120. LECCIONES EN TIEMPOS DE GUERRA (Rafa Heredero)
Casi había anochecido cuando a los reclutas seleccionados nos mandaron subir al camión que los soldados no utilizaban mientras permanecían en el frente. Nos alejamos del cuartel intranquilos, porque ninguno sabía lo que se esperaba de nosotros. Durante el trayecto nadie habló, hasta que se detuvo y nos ordenaron bajar en medio de un descampado.
El sargento ofreció cigarrillos de su propio paquete, y cuando terminamos de fumar señaló los picos y palas amontonados en el remolque. Cavamos en silencio una trinchera, a la luz de los faros, hasta que amaneció y oímos cómo se acercaba otro camión. Alguien comentó que se trataba de los detenidos. El frío y la mañana habían conseguido aturdirnos, pero enseguida empezaron a sucederse órdenes autoritarias y secas que nos despejaron de golpe. Tuvimos que arrastrar a los prisioneros al borde de la zanja, sin hacer caso a sus súplicas, sin que nos dejasen pensar en lo que hacíamos, y dispararles con nuestras armas reglamentarias.
«Traidores a la patria», informó el sargento poco después, cuando los estábamos enterrando. Y dio por finalizado nuestro periodo de instrucción, mientras seguía atento por si alguno se mostraba reacio a convertirse en el soldado que esperaba de nosotros.
Sobrecogedor y frío, como el alma de los salvadores de la patria, sean del color que sean.
Un relato magistral para cerrar el mes.
Muchas gracias por tu comentario, Patricia. A mí también me dan miedo los salvadores de la patria, todos ellos.
Un abrazo.
Es tremendo lo que narras, tan real. Noto en el tono del narrador una cierta falta de sensibilidad, sospecho que ha recibido bien la instrucción. Un saludo, Rafael.
Así parece, Javier. La guerra, las «lecciones» que se aprenden y sus efectos colaterales pueden dejar insensibilizado a cualqueira. Gracias por pasarte por aquí y dejar tu comentario.
Un abrazo
Sólo iba a poner una palabra: sobrecogedor. Pero me la ha robado Patricia. Y me he quedado sin palabras.
La brutalidad de la guerra debería dejar sin palabras a todo el mundo. Así no habría más. Pero me temo que eso es imposible. Gracias por tu comentario, Edita.
Un abrazo.
Difícil papeleta la de esos reclutas, obedecer matando o morir desobedeciendo. Pocos son los que optarían por la segunda opción. Aunque pienso que vivir con ese peso en la conciencia tiene que ser un infierno. Terrorífico lo que tan bien nos has contado, Rafa. Suerte y saludos
Hola, Juana. Cuando lo puedan pensar bien, si no se han convertido en los soldados que de ellos pretenden, sí que les va a resultar duro. Gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Lo duro es saber que tal vez fue así… Tremendo.
Un saludo
JM
Y que quizá siga siendo así en cualquier guerra de las que nunca faltan por ahí. Gracias por tu comentario, Juan.
Un abrazo.
Duro relato, igual que la guerra y las cosas que se hacen y que tienen justificación para algunos, aunque no me quiero ni imaginar cómo tiene que afectar a la buena gente. Muy buena esa visión. Un abrazo, Rafa
Hola, Esther. Sí que resulta difícil comprender la sinrazón de la guerra para la buena gente, como dices, y lo de vivir con lo que se ha visto en una guerra, el cine y la literatura nos lo ha enseñado muchas veces. Y siempre duele. Gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Durísimo, pero real.
No puedes resultar más contundente, Mª Carmen. Gracias por pasarte por aquí.
Un abrazo.
Buffff…me has dejado helada.
¡Qué mejor que un texto nuestro sacuda a algún lector! Muchas gracias por tu comentario, Evelyn.
Un abrazo.
Gran imagen la que has captado de la guerra. Estuvo, seguramente está y desgraciadamente seguirá estando. Aunque dudo que mejor explicada. Mucha suerte 🙂
Gracias por tu comentario, Juan Antonio. Me imagino que escenas como esta o similares habrá gente que se empeñe en que no pasen de moda.
Un abrazo.
Rafa, trasmites adoctrinamiento a costa de lo que sea, y eso son las guerras. Suerte y saludos
Así es, Calamanda, no puedes describir ejor lo que son las guerras. Gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Rafa, cuando se nos obliga a realizar actos que van en contra de la razón, la mente bloquea toda disyuntiva entre el bien y el mal, nutriéndose del amparo que ofrece el acto en grupo. Me ha gustado mucho cómo has contado el cruzar esa línea entre la inocencia del recluta y el verdugo, entrando de lleno en la sinrazón de la guerra. Muy bueno. Abrazos.
Hola, Salvador. Me ha gustado cómo explicas lo de la justificación al amparo del grupo. Gracias por pasarte por aquí y dejar tu comentario.
Un abrazo.
Gracias por tus palabras, Ana.
Un abrazo.
Me quedo con este enunciado que es para erizar los cabellos y una imagen literaria ‘preciosa’: Tuvimos que arrastrar a los prisioneros al borde de la zanja, sin hacer caso a sus súplicas. He leído el comentario de Ximens y ese detalle del que habla aúpa aún más el relato.
Abrazos, Rafa.
Gracias, Lorenzo. Sí que quería dejar constancia, por un lado, de la insensibilidad que provoca la guerra, y por otro imaginar una escena algo diferente de la que estamos tan acostumbrados, con esos héroes resignados a que los fusilen.
Un abrazo.