33. La duda
Con un sol abrasador, el asfalto parecía derretirse. Al contemplar el reflejo del paisaje en la carretera, Gloria se dejó contagiar por el espejismo e imaginó que visitaban todos aquellos lugares que tanto anhelaba conocer. Durante la mayor parte del recorrido se dejó llevar por la ensoñación.
Cuando medio sol se había ocultado tras el horizonte llegaron a su destino: al hotel de carretera donde se vieron por primera vez.
Tras aparcar la polvorienta Harley, subieron a la habitación. Ella se dio una ducha. Al salir, el estaba apoyado en el marco de la ventana, hablando por el móvil: “Cariño, que solamente son unos días”
Gloria se sentó en el borde de la cama, al tiempo que esbozaba una media sonrisa. El se acercó y sin dejar de mirar sus hermosas piernas, musitó: “Era mi hija”. Acto seguido colocó su mano sobre sus rodillas. Ella se dejó acariciar en silencio. Andrés aspiró el embriagador perfume de su cuello.
Llamaron a la puerta.
– “Será la camarera que nos trae la cena”.
Al abrir, el rostro de Andrés palideció.
Hombre y mujer fueron pareja en el pasado y vuelven a encontrarse clandestinamente donde se conocieron. Él es padre de familia y está allí con excusas. En un escenario en el que ya parece todo cerrado, de repente alguien inesperado hace aparición y el hombre palidece. Un final abierto que incitaría a seguir leyendo, al tiempo que está sujeto a múltiples interpretaciones, tantas como lectores paseen sus ojos por este relato. Lo más fácil es pensar que su mujer, o incluso su hija, o las dos, sean las que están tras el umbral de la puerta, pero esa es sólo una de las posibilidades.
Suerte y un saludo, María
Pues yo me alegro de esa palidez de Andrés!
Creo que los hoteles tienen muchas historias que contar como será que has narrado tan bien.
La vida te da sorpresas (reza una canción) ese final le agrega el condimento al relato. Muy bueno.
Un abrazo y suerte.
Cosas que pasan. Siempre hay alguien que arriesga más. Después de ponerse el mundo por montera, a Gloria sólo le queda disfrutar del momento en el borde de la cama. Pero el fururo no está escrito y yo espero con curiosidad el siguiente capítulo de esta historia que promete un «continuará».
Un beso y suerte.
Pues si, María José, habrá que terminarlo, porque si no se puede convertir en una historia interminable, ja, ja,. Por cierto, al volverlo a leer me he dado cuenta de que me he tragado dos tildes; se conoce que he pensado que como la RAE los ha quitado en los pronombres demostrativos, ahora le toca el turno a los personales. Me he adelantado, ja, ja. Un besito.
María, nos dejas con la intriga. Me gusta el ritmo del relato, lo bien que describes la relación clandestina y ese final que podemos elegir. Un abrazo.
¿Y la segunda parte ? Me has dejado con ganas de saber de quien es ese rostro que ha palidecido a tu protagonista. Eso es bueno que nos quedemos con ganas. Pero ¿Nos das alguna pista…?
Un beso María
Parece que alguien va a tener que dar muchas explicaciones… quién, por qué y cómo nos lo dejas para que lo acabemos nosotros. Dan ganas de seguir leyendo. Mucha suerte 🙂