120. El epitafio más hermoso del mundo
Sir Walter Scott poseía una de las tumbas más antiguas del cementerio. Primorosamente ornamentada, destacaban sobremanera la efigie del caballero y su escudo de armas. No obstante, si había algo de lo que sir Walter Scott se sentía particularmente orgulloso era del epitafio en letra gótica que rezaba su lápida. No podía ser para menos: durante un lustro antes de su deceso, el concebir una frase que testimoniara la hondura de su alma se había convertido en su único fin. Por eso no le extrañaba que la gente se detuviera ante el sepulcro y se prodigara en adjetivos laudatorios hacia su sabiduría. Pero, últimamente, le despertaba una inmensa curiosidad aquel anciano que todos los domingos, tras honrar a su esposa, se detenía ante su lápida con la mirada extasiada. ¿Hasta qué punto, se preguntaba sir Walter Scott, sus palabras habían calado en el corazón de aquel hombre? Una mañana, cuando una joven se detuvo junto al viejo y le preguntó qué decía el epitafio, halló la respuesta: «¡Discúlpeme, señorita, yo tampoco sé leer!; pero no le parece hermosa la forma en que están grabadas las palabras». La mujer asintió, y sir Walter Scott esbozó una larga y ambigua sonrisa.
Gabriel, que lindo tu texto. Me ha parecido un homenaje a la belleza. La sonrisa ambigua de Sir Walter Scott confirma el homenaje. Ante tu texto, yo sonrío. ¡Felicidades!
En mi colegio no tuve ocasión de estudiar inglés, pues sólo se impartía francés como idioma extranjero. Con el tiempo y por mi cuenta conseguí iniciarme en la lengua de Shakespeare. No es que ahora entienda todo ni mucho menos, ya me gustaría, pero antes de eso no saber apenas nada no me impidió deleitarme y apreciar tantas canciones en ese idioma. Algo así me ha sugerido tu protagonista, alguien que sabe valorar la belleza que late en las obras bien hechas, incluso aunque no se comprendan en toda su dimensión.
Un saludo y suerte, Gabriel
Ainssssssss….pues que me he quedado con las ganas de saber lo que ponía en ese epitafio, pero has logrado con tu relato transportarme a ese cementerio y hacerme ver el epitafio más hermoso del mundo. Objetivo logrado.
Qué tierno relato, Gabriel. Me ha enganchado de principio a fin. Un abrazo, genial.
Me has sacado una sonrisa; leerte es siempre un placer para los sentidos.
Precioso relato, me ha encantado ese cementerio y ese epitafio más hermoso del mundo, aunque nos quedemos con la intriga de su contenido.
Un abrazo
María, Ángel, Reve Llyn, Belén, Lorenzo y Blanca, gracias por vuestros comentarios.
Saludos cordiales
Gabriel, más allá de las palabras, el Sir logró su objetivo, ser admirado.
Excelente.
Un abrazo y suerte.