120. HEROÍNA VOCACIONAL
Su turno acaba de finalizar, está agotada, pero le queda trabajo extra. Se encamina a la habitación 515 de oncología infantil. Allí, una niña lleva días reclamando la presencia de su madre. Antes de entrar toma aire y se pone en el pelo unas gotas de perfume, la pequeña lo reconocerá al instante. Sabe que el recinto estará casi en penumbra, se acerca y acaricia suavemente su frente sudorosa. Ella gira su cabeza y sus ojos azules, encastrados entre unas profundas ojeras, parecen cobrar vida. “Sabía que vendrías mami, lo sabía “. Pone en su boca la sonrisa más bonita del mundo y posa sus manitas en las suyas; nota una leve presión y observa cómo el peso de los párpados le cierra los ojos. Emite un sonoro suspiro. Acaba de morir, pero en su rostro hay paz por el deseo cumplido.
La trabajadora social lleva en su historial una nueva cicatriz, pero no duda que, en algún lugar muy bonito, madre e hija andarán juntas sobre nubes de algodón.
Eres capaz de escribir los relatos más divertidos y los más tristes Yoya, y eso es un plus!
Me gusta mucho. Muy triste sí, pero relatas una «hazaña» tan bonita y conmovedora…
Venga, te deseo toda la suerte!!!!
Besazos!! 🙂
Muchas gracias Sandra, tengo el corazón «partío», está claro que en esta ocasión otra vez vuelve a salirme la vena triste.
Besos!!
Un relato tremendo, sobrecogedor, que no puede dejar indiferente a nadie. Esa trabajadora social es una heroína de las grandes. Sus cicatrices le honran, aunque deben de dolerle muchísimo, un dolor que se transmite al lector.
En cuanto a temas y forma de tratarlos, se nota que estás en un gran momento creativo.
Un abrazo fuerte y suerte, Yoya.
Muchas gracias Ángel por pasarte a dejar tu comentario. Esta heroína nos deja un nudo en la garganta, y por supuesto que esas cicatrices la hacen enorme.
Un fuerte abrazo también para ti.