132. POLVO DE ESTRELLAS, de Hiedra
Cuando anunciaron su amor a los cuatro vientos, ninguna criatura de aquel mágico bosque lleno de vida creyó que su romance llegaría a buen puerto. Provenían de mundos muy diferentes y, sin embargo, el Hada y el Duende más rebeldes del lugar habían vivido una historia capaz de salvar todas las barreras que el mundo les interpuso. Una historia que había mantenido sus vidas unidas hasta el final de sus días. Hasta aquel día. El Hada, a la que su polvo dorado se le estaba agotando inexorablemente se acostó por última vez en aquel trébol que en otro tiempo fue de cuatro hojas y mirando con sus ojos entornados y llenos de paz a las brillantes luciérnagas suspiró:
– Parece que las estrellas están más cerca que nunca. Creo que si estiro la mano un poco podría llegar a tocarlas
El Duende, viendo que quién le había dado toda una vida de amor y felicidad se apagaba lentamente y sin remedio, trató de esbozar una sonrisa. Y acariciándole el pelo le susurró:
– Sí cariño, están viniendo hacia aquí – dijo mientras ella cerraba los ojos para siempre – vienen para llevarte al cielo con ellas.