147. HOLA, AMA, de Rebeco
Hola Ama:
Sí, soy yo. Tu hija. Estoy aquí en medio del bosque, en aquella cascada que un día te mostré, la del Rio Asón, ¿te acuerdas? Tú nunca fuiste muy buena para recordar los nombres de los lugares. Hoy es domingo y como hace un día estupendo me apetecía caminar por un paraje esbelto. Se me ha ocurrido venir aquí, aunque creo que no ha sido buena idea. Me han venido a la memoria aquellos días de nuestras vidas que pudimos compartir en la montaña, en la naturaleza, en el único sitio donde dejábamos de discutir y donde el humor siempre era bueno. Es un alivio estar sola, porque he roto a llorar y esa es una de las actividades que hago mucho mejor en soledad. Lloro porque hubo un tiempo en que conseguimos ser felices, lloro porque ya no podré verte nunca más ni siquiera para echarte la bronca porque comes poco, lloro porque no recuerdo que fuera capaz de abrazarte y decirte lo mucho que te quería. De todas formas, aunque triste aquí estoy tranquila, lo peor es volver a casa, porque allí ni siquiera tengo paz, y la protección de la naturaleza resulta entonces inalcanzable.