15. EL VIEJO ROBLE, de Hada
La ardilla saltaba ágil de un lado a otro buscando su comida, el gusano la miraba –envidioso- mientras arrastraba su cuerpecillo sobre una hoja inmensa, la ardilla miró a un joven corzo que correteó a su lado, se sintió torpe e insignificante; mientras, el corzo sintió sobre si el aleteo de un pájaro, “volar” –pensó-, “eso si que debe ser grande” y deseó tener alas, el gorrión observó en el cristalino riachuelo la velocidad de los peces que en él habitaban, “¿qué sentirán dentro del agua?, debe de ser mágico moverse dentro de ella”.
Aquella mañana en el bosque nadie parecía estar contento dentro de si, el viejo roble que leyó lo que todos pensaban habló:
-Amigos no reneguéis de lo que sois, nada sería igual si el gusano fuera ardilla, la ardilla corzo, el corzo pájaro, el pájaro pez…, todos somos importantes, hasta yo que no puedo como vosotros ir de un lado a otro.
El viento les acarició mientras cantó entre las hojas del sabio roble: «todos somos el bosque, a él todos nos debemos».
Los animales volvieron a sus actividades escuchando la sabia canción y compadeciendo al árbol: “pobre roble, tanto tiempo sin poderse mover”.
Precioso. Inteligente el viejo roble…