181, AGOSTO Y DESPUÉS… SEPTIEMBRE, de Laurisilva
Como cada noche, en el estanque dorado, donde se reflejaba la belleza de la luna, Juan esperaba impaciente a Isabel. Ella recorría aquel bosque en bicicleta. Tenían dieciséis años y unas ganas locas de amarse. Los ojos de Juan se iluminaban al verla bajar por el sendero lleno de vegetación. El reflejo de la luna permitía entrever la figura delgada y joven de Isabel. Cuando llegaba hasta sus brazos, parecía que los planetas dejaban de girar entorno al sol para centrarse en ellos todo el universo. Pasaron los treinta días más hermosos que jamás hubieran disfrutado. Su familia recogía las maletas, rebuscaban por todas las habitaciones de aquella casa rural alquilada durante ese mes de agosto. El mes más romántico y mágico que habían vivido unos adolescentes que soñaban con hacerse mayores. Aquella noche, Isabel no volvió al estanque dorado. Juan la esperaba, sentía que volvería, pero no sucedió. Isabel había regresado a la rutina con su familia. Llegó Septiembre, empezaron las clases. A Isabel la invadía un sentimiento de tristeza inusual. Le preocupaba algo. No coincidían las fechas. Tenía que callarse y esperar. Dentro de unas semanas llamaría a Juan. Este mes iba a ser muy largo.