197. SOLO EN EL BOSQUE, de Enebro
Se oyen pasos cerca del arroyo y retumban con estruendo. Caminar solo por este bosque no fue una buena idea y mucho menos romperse la pierna. El dolor ha paralizado mis ansias de conseguir llegar a algún sitio para poder pedir ayuda y la hiriente humedad se cuelga de mi ánimo como un yunque macizo, conminándome a adoptar una postura de postración penosa.
De qué sirve un “smartphone” cuando ya no tengo batería para marcar el 112… Los pasos se aproximan hacia mí cada vez más.
¿Gritar para pedir ayuda? Sí, sería lo lógico. Pero quién sabe si en lugar de ayuda encuentro mi fin. Desconozco al propietario de esos pasos y ello me inquieta sobre manera. La maravilla que me envuelve sería un bonito marco para descansar eternamente, pero no sé si estoy preparado.
Los pasos se paran ante mí y una sombra difusa los acompaña. Me tienden la mano y me ayudan a incorporarme. Es mi Coraje. Me acompaña hasta mi alojamiento rural mitigando con sus caricias el dolor.
Al final sólo era un pequeño esguince y puedo finalizar felizmente mis días de descanso en la Naturaleza, con un nuevo amigo al que nunca creí que podría conocer.