19º Microscopio: Reescritura de «Temores»
Abrimos en esta nueva entrada, y sin que sirva de precedente, la versión original del cuento de nuestro último microscopio, y una versión con anotaciones sobre la misma historia.
No pretendemos desde el Microscopio fomentar el versionado de textos ni las comparaciones entre dos puntos de vista de una misma historia, pero puesto que uno de nuestro opinadores ha creado una versión , y el autor del original ha estado de acuerdo en su publicación, aquí os lo dejamos.
ORIGINAL: TEMORES
La noche con su magia y silencio protegía a los habitantes de la casa, aunque uno de ellos parecía haberse escapado a su hechizo.
Lleno de terror, a causa de su profundo miedo a la oscuridad, el pequeño Manuel, de tan sólo seis años, permanecía despierto, siempre con los ojos muy abiertos, escudriñando en su habitación, por si de ella pudiera surgir algún malvado monstruo.
De cuando en cuando asomaba la cabeza por debajo de la cama para comprobar que allí solo se encontraban sus zapatillas. Luego, con sigilo, abría el armario e iba separando las perchas para asegurarse que únicamente había prendas de vestir.
A continuación pasaba revista a sus cajas de juguetes para descartar que alguno de ellos hubiera cobrado vida….
Y así vigilaba, una y otra vez desde la atalaya en que había convertido su cama, hasta que su madre- que sabía de sus habituales terrores nocturnos- se acercaba a tranquilizarlo y rescatarlo.
Entonces, cuando se acostaba a su lado, desaparecían todos sus miedos, diluidos en un largo, tierno y cálido abrazo materno.
“El Sacamantecas” (1)
El silencio de la noche (2) parece (3) proteger a los habitantes de la casa, pero Manuel está temblando. (4) Desde la atalaya de su cama, (5) embozado hasta la nariz, sus ojos redondos escudriñan la oscuridad esperando la inminente aparición del monstruo. (12) Está ahí. Lo sabe. (6) Probablemente (2) mimetizado con sus juguetes; tal vez debajo de la cama, mordiendo las zapatillas; quizás (2) en el armario, esperando (7) a que se le cierren los ojos…
(8) Chirría la puerta. (9) Una rendija de luz, una sombra… (6) Manuel se cubre la cabeza, se encoge, se le atasca un grito (9). Siente que le tocan, que le agarran… pero se da cuenta de que aquella boca no tiene dientes, sino labios; y aquellos brazos que le rodean no tienen garras, sino un calor y una ternura infinitas. (10) (11) Entonces, solo entonces, le vence el sueño.
(1) Puesto que el argumento es sencillo y no necesita claves de interpretación, el título debe también ser lo más sencillo posible.
(2) Personificamos al “silencio”. Cambiamos el sujeto de la oración y conseguimos más fuerza por ser algo más concreto que “noche”.
(3) Términos como “parece”, “quizás”, “probablemente”, lejos de manifestar indecisión narrativa, provocan, desde el inicio, complicidad y empatizan con el lector. Este recurso nos aleja, lo mismo que lo comentado en el escolio número diez, de la literatura infantil-juvenil.
(4) Decimos “temblando”, no “aterrado”, para tener margen de ir aumentando progresivamente la fuerza y la tensión. Es una prueba de que los sinónimos no existen. Omitimos además las referencias al pánico. Lo “sembramos” a lo largo de todo el relato, pero no lo explicamos.
(5) Es más atalaya que cama. Estas referencias espaciales deben estar al inicio del relato para ubicar rápidamente al lector. Son recursos que, de una forma imperceptible hacen más fluida la lectura.
(6) Intercalar frases cortas suelen dar mucho ritmo a la narración. Lo dan también los verbos sobre todo utilizados en presente, pero su omisión, no le dan ritmo, le dan vértigo.
(7) Tengo la tentación de añadir un adjetivo como “agazapados”, pero no aportaría nada y le quitaría ritmo. Ojo con los adjetivos, que pueden destrozar un texto como en “…malvados monstruos…” No sé si aquí lo destrozan, pero le dan un tono infantil que lo cambia todo.
(8) Los puntos y aparte, al igual que las comas, puntos y comas, deben tener su sentido. En el texto original se utilizan sin cuidado.
(9) Buscando plasticidad.
(10) Que sea el lector el que ponga un padre, una madre, un hermano mayor o una yaya. La tranquilidad, la salvación
(11) Buscando una pequeña sorpresa, un giro final, típico de los micros.
(12) En singular, y ayudado por el título, resulta más concreto, y por ende, mucho más directo.
Desde luego, más carnal. Para los que tenemos pesadillas, más reconocible sin duda. Es la potencia de la voz del narrador testigo la que imprime de tensión al texto. Me ha gustado más.
Un abrazo a los dos.
Estimado crítico:
Me gusta tu interpretación de mi texto, tiene más fuerza que el mio y eleva el nivel del miedo del niño casi hasta alcanzar el terror.
Pienso que tus críticas son muy acertadas. Como ya expliqué anteriormente intenté narrar mi historia desde lo que podría sentir un niño, por eso las palabras y expresiones son tan sencillas.
Además he introducido el personaje de la madre porque suele ser la figura que suele añadir una mayor dosis de ternura, y la que puede aportar una mayor tranquilidad a un pequeño.
Como ya comenté en las observaciones en mi texto no se me dan bien los finales, ni tampoco las elipsis. es otra de mis tantas carencia. espero que después de escribir un micro y otro logre hacerlo de una manera decente alguna vez.
Muchas gracias por tu análisis, tan detallado y estudiado al límite, al que debes haberle dedicado mucho tiempo. Recibe un abrazo muy grande de
Gloria Arcos Lado