20. Retrato a lápiz (Adrián Pérez)
La tenía justo enfrente, así que pensó que la perspectiva era ideal para dibujarla antes de que abandonara el tren. Buscó en su cuaderno la primera página en blanco y comenzó a trazar su silueta: melena rizada, hombros redondeados, cintura ancha. Cuando alzó la vista, el contorno de la mujer había empezado a desdibujarse, a perder sus límites. Continuó esbozando los ojos, la nariz y la boca, que segundos después se evaporaron de su rostro. Por último, detalló con su lápiz las manos protectoras y el fular portabebés. De manera irremediable, la criatura chocó estrepitosamente contra el suelo del vagón. Solo la megafonía anunciando la siguiente parada logró enmascarar el espeso llanto.
Todo tiene su contraprestación. Un retrato tan fiel, cercano a la perfección, requería un precio, que resultó terriblemente alto, con ese bebé estrellado contra el suelo tras el traslado mágico de su madre al papel.
Un relato que inquieta, sorprende y muestra que la vida nunca da nada gratis.
Un saldo y suerte, Adrián.
Gracias por tus apreciaciones, Ángel, como siempre, tan interesantes. Como bien dices, cada decisión que tomamos tiene sus consecuencias, a menudo muy alejadas de lo que podríamos imaginar.
Preciosa e inquietante metáfora, por el resultado. He tenido que leerlo varias veces para ir captando el texto, que atrapa y a la vez me deja un sabor amargo por la imagen de un bebé estampado contra el suelo berreando.
Muy bien construido, se puede visualizar el proceso de traslación de la mujer al papel.
Rosa, gracias por tus palabras. Me alegro de que haya parecido todo eso que comentas. Y, además, por reerlo varias veces, lo cual lo considero un gran halago. Un abrazo grande.
A mí también me ha resultado inquietante, y muy visual, me ha parecido estar dentro de ese vagón.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias, Rosalía. Espero que no se haya fijado en ti el prota y le dé por dibujarte 😉 Un abrazo para ti también.
¡Qué peligro tiene ese dibujante! Me recuerda el mito del indio que no se deja fotografiar porque le quitan el espíritu. Me parece un relato muy original. Un abrazo y suerte, Adrián.
Pues ahora que lo dices, sí tiene un parecido al mito, que no conocía, por cierto. Gracias por pasarte por aquí y comentar. Un abrazo, Antonio.
Muy visual e inquietante, me gustó ese pintar a la mujer y borrarla de la realidad. El cierre con el bebé en el suelo es potente. Suerte
Gracias, Jesús. Me alegro de que te haya gustado 🙂