214. SINTONÍA EN LIBERTAD, de Azor
Sumaba pasos acolchados sobre las hojas desahuciadas durante el otoño. Hacia ninguna parte. Únicamente, le acompañaba el sonido de sus pisadas construyendo la callada sintonía de aquel lugar, y sólo al detenerse y acompasar a la pausa su agitada respiración, fue consciente del resto de escondidos componentes de aquella orquesta al aire libre.
Pero no quería parar. De momento, no quería. Cada metro paseado a la umbría de los árboles, le alejaba miles de kilómetros de su vida prisionera, proyectando luz a sus pensamientos. Cuanto más se empinaba la cuesta, más atrás quedaba el cansancio que invadía, a ritmo del estridente despertador, su mente cada amanecer diario. Camino de la cima, sus ojos abiertos apenas pestañeaban; pero no dejaba de soñar.
Tras alcanzar el mirador supo que ya había llegado a ninguna parte. Desde allí pudo contemplar el más acá. En la inmensidad de su mirada miope fijó la vista hasta distinguir un intenso brillo. El reflejo del cristal de su pequeño utilitario. El mismo que otro sábado más le había permitido viajar a la libertad.