225. ADELANTE, de Encina 2
Adelante. Siempre adelante.
El sendero parecía un túnel, las ramas de los árboles formaban un arco casi perfecto con los colores dorados, anaranjados y marrones del otoño.
Ya dentro de la senda, y casi desde el principio, el viajero se sintió trasladado a un lugar mágico; casi podía oír el silencio, los árboles centenarios le susurraban bellos fragmentos de su historia, pizcas de sabiduría. El sentimiento de paz, de sosiego era inigualable.
Todo invitaba a quedarse.
De vez en cuando detenía su marcha. Entonces oía… escuchaba; cada vez se sentía más parte del bosque, cada segundo que pasaba se convertía en un segundo más de felicidad.
A su pesar, siguió andando. Justo donde empezaba el camino de piedras y acababa la vereda, el viajero se paró. Miró hacia atrás; por un momento sintió la tentación de volver sobre sus pasos y quedarse allí. Pero al igual que Ulises en su viaje de regreso a Ítaca aguantó los melodiosos e irresistibles cánticos de las sirenas que llevan a los hombres a su perdición; el viajero también resistió y reanudó su camino. Adelante, siempre adelante… pero incrustado en su alma llevaba, para siempre, el deseo inquebrantable de VOLVER.