259. EL DESPERTAR, de Buho
Sueños que se dispersan al amanecer. En el cielo, bosteza la anaranjada boca que despierta los sonidos del bosque. Cae el rocío con la tranquilidad del salto de la ardilla de una rama a otra. Las hojas son mecidas por los brazos del aire recién despertado, después de una apaciguada noche. Restos nocturnos son observados por los ojos intrigados de los primeros seres que bostezan ante la luz. La misteriosa niebla, derrotada por el despertar de la vida, marcha a lugares más alejados y oscuros. Se divisa en los picos de las altas montañas, cual Saturno devorando a su hijo. Suena el susurro del agua al descender por el río, sorteando piedras ancladas en la tierra, acariciando plantas que bocetan sus límites y recorrido. Una ventana se abre y el olor a savia entra en el hogar, invadiéndolo poco a poco, despacio, casi sin quererlo. Ese olor se mezcla con el humo de un café recién hecho, haciendo del momento algo mágico. Un rostro anónimo se asoma a la ventana abierta y sonríe, una vez más, al despertar de la vida en el bosque.