27. El butanero (Susana Revuelta)
Vivir en un quinto sin ascensor tiene sus encantos y no son precisamente las vistas, que el piso da a un patio cerrado. Ver, ver, solo veo tendales y geranios. Pero cuando se acaba el gas, suelen subir la bombona unos maromos de pelo en pecho que cortan la respiración. A veces viene un gordinflas que enseña la raja del culo y llega arriba resoplando, pero esta mañana la trajo uno nuevo.
En cuanto abrí la puerta me enamoré y, sin darme cuenta, comencé a desnudarle con la mirada. Me pasa a veces. Primero le desabroché del todo la camisa; fue fácil, con esos corchetes que ponen ahora. Después le solté el botón del vaquero y le bajé la cremallera. No llevaba calzoncillos y me puse muy nerviosa. Me quedé embobada mirándole el sexo henchido, palpitante: un cosquilleo me recorrió los muslos y noté cómo se me endurecían los pezones. Todo mi cuerpo temblaba.
Entonces oí la voz censora, quisquillosa; la voz interior que decía: «Paquita, te estás congestionando. Relájate, que solo es un chaval… y tu Antonio está al caer». Así que le despedí con unas monedas y salí con el batín abierto al balcón a quitarme el sofoco.
He comenzado la lectura con una sonrisa cómplice o familiar, al haber vivido unos años en un quinto sin ascensor. Era durillo, sobre todo cuando iba cargado, que era casi siempre. A partir de ahí, lo que le sucede a tu protagonista con el apuesto butanero ya no tiene nada que ver con mi biografía, pero no creo que deje indiferente a nadie esa pasión reprimida de una mujer madura, que se desata y vuelve a plegarse ante el recuerdo del marido. Mientras tanto, el repartidor dejándose hacer en actitud pasiva, porque él solo es un personaje secundario, aunque necesario para poner en relieve la soledad de un ama de casa, sus ganas de seguir siendo joven.
Un relato intenso y bien contado.
Un abrazo, Susana. Suerte
Jaja, me encanta tu comentario, Ángel. Pues sí, el del título es un simple objeto del deseo de la señora un tanto salida de este quinto sin ascensor. Un beso.
Lo que me he reído… Enhorabuena, Susana. Un besazo.
¡Misión cumplida! Un beso, Fernando.
Solo una mujer sería capaz de dar ese toque de humor y realidad.
Excelente Susana!
Estas cosas pasan, ya te digo yo que sí es real. Un beso, Moli.
Hola Susana. El tema del butanero es un clásico recurrente del erotismo, aunque quizá se esté quedando un poco anticuado. Con lo gracioso que te ha quedado el relato, me hubiera gustado encontrar otro profesional menos trillado: un agente de seguros, el cartero que trae un certificado, un predicador a domicilio… Ahí te dejo algunas ideas.
La literatura erótica se te da muy bien, a ver si vas a acabar escribiendo un best seller de esos que están tan de moda.
Un casto abrazo.
Ay no, no cambio yo a mi butanero por ninguno ¡ni hablar! Jeje, un beso, Barceló.
ja,ja,ja. Eres la bomba. Muy bien contado y divertido.
Gracias, Pa, un besote.
Lo bien que sienta reír Susana, lo bien que sienta! Y lo bien que lo has contado. Muchas gracias por el buen rato.
Un abrazo.
Encantada, Paloma, un placer para mí. Un beso.
Susana, buena historia cargada de vida y, porqué no, de realidad. Suerte y saludos
Mucha realidad, querida Calamanda, mucha. Un beso.
Jajaja. Qué bien contado, Paloma. Totalmente cinematográfico (hasta la raja del culo).
Un abrazooo grande!!!
El butanero por excelencia, sí señora.
Claro que sí, ¡viva el butanero! (aunque macizos y tal, mmm, no he visto muchos; sí más de los de la raja…). Un beso.
Ay, la erótica del butanero. Que a veces es…. Bombonero.
Jeje
Bueno, pues sí, ¿por qué no? Un beso, Luisa.
Sí, señora, un micrazo.
Qué tiempos aquellos en los que el butanero te subía las bombonas.
Saludetes.
Ha cambiado todo taanto. El afilador de cuchillos, otro personaje en extinción al que también metí en otro relato. Un beso, Towanda.
Muy divertido y bien contado.
Abrazos cálidos