275. UN MOMENTO MÁGICO, de Erica Arborea
El poeta vive muy cerca de un bosque de Cantabria. Cada mañana se interna en él para pasear porque las hojas amarillas del otoño, el susurro del agua en el riachuelo, el canto de las aves, el aroma de los arándanos en flor y la brisa entre las hayas, le inspiran.
Un día, por un azar maravilloso, fue testigo de un hecho tan sorprendente que ni él podía imaginar.
Cuando las campanas de la ermita tocaban para el Ángelus, una gacela de lomo dorado y un brioso corcel de crines de plata, coincidían para ir a apagar su sed al arroyo.
La naturaleza, queda silente para admirar la belleza de los dos animales
Al terminar de beber, con gestos pausados y armoniosos, parecían decirse mil cosas que el poeta traducía así:
–Eres hermosa pequeña gacela; cuídate de los cazadores, quiero verte otra vez mañana.
–Me cuidaré amigo mío. Y tú, aunque logren someter tu cuerpo, no pierdas jamás tu espíritu salvaje.
Después, tras mirarse a los ojos, la gacela dobla su testa hasta casi tocar la tierra, el corcel relincha dulcemente, y yéndose por distintos caminos, desaparecen en la espesura del bosque.