281. INSTINTO DE MADRE, de Pájaro Carpintero
De puro agotamiento, se quedó sumida en un profundo sueño junto a un viejo roble. El animal que la había seguido a distancia, aprovechó para acercarse a su cuerpo. Olisqueó, lamió su carita y decidió echarse a su lado para darle calor y protegerla del ataque de alguna alimaña.
Apenas hubo luz, apareció un fornido hombre perteneciente al grupo de búsqueda. Al ver a la loba junto a la niña no vaciló en apuntar su arma contra el animal. La vieja loba se puso en pie, sabía que ese humano acabaría con su vida. En el preciso instante en que se terminaba el recorrido del gatillo, se oyó el grito de una mujer:
¡Noooo, no dispare, por favor!
Las miradas de la madre de Julia y de la loba se entrelazaron. Solo una madre podía comprender que el instinto de ese animal había salvado la vida de su hija, desaparecida en el bosque el día anterior. El cánido lamió por última vez la carita de la niña, que abrió sus pequeños ojos verdes y le devolvió su cariño con un beso en su hocico. Loba volvió a mirar a la madre con actitud de nobleza y se alejó lentamente.
Apenas hubo luz, apareció un fornido hombre perteneciente al grupo de búsqueda. Al ver a la loba junto a la niña no vaciló en apuntar su arma contra el animal. La vieja loba se puso en pie, sabía que ese humano acabaría con su vida. En el preciso instante en que se terminaba el recorrido del gatillo, se oyó el grito de una mujer:
¡Noooo, no dispare, por favor!
Las miradas de la madre de Julia y de la loba se entrelazaron. Solo una madre podía comprender que el instinto de ese animal había salvado la vida de su hija, desaparecida en el bosque el día anterior. El cánido lamió por última vez la carita de la niña, que abrió sus pequeños ojos verdes y le devolvió su cariño con un beso en su hocico. Loba volvió a mirar a la madre con actitud de nobleza y se alejó lentamente.