284. VIDA, de Bruja
Muy seco, muy retorcido, muy frágil, era el último árbol que quedaba en el campo de batalla, el fragor de la lucha había terminado con toda vida humana y las llamas del incendio con el bosque. Menos aquel árbol… seco, retorcido, frágil… pero vivo.
Pasaron los años, el campo seguía yermo, solo quedaba el árbol… ¡tan solo!… hasta que un día vio aparecer algo diferente cerca de sus pies. Lo fue vigilando durante un tiempo, hasta que de repente… hizo ¡plaf!… y apareció un cactus, ¡qué cosa!, nunca había visto nada así, y aunque al principio ese ser tan extraño y con tantos pinchos no le atraía nada, se dio cuenta que todas las mañanas se despertaba con la ilusión de verlo allí, a su lado. Un buen día trabaron conversación, el tiempo empezó a pasar mucho más rápido, y… surgió el amor, el cactus alargaba lo que podía sus pinchitos hasta llegar a rozar «su» árbol, y este se cuidaba de darle sombra. Por si no lo sabíais, los milagro existen y aquel amor hizo que la tierra se volviera fértil y lo que fue campo de batalla se convirtió en un magnífico bosque.
Pasaron los años, el campo seguía yermo, solo quedaba el árbol… ¡tan solo!… hasta que un día vio aparecer algo diferente cerca de sus pies. Lo fue vigilando durante un tiempo, hasta que de repente… hizo ¡plaf!… y apareció un cactus, ¡qué cosa!, nunca había visto nada así, y aunque al principio ese ser tan extraño y con tantos pinchos no le atraía nada, se dio cuenta que todas las mañanas se despertaba con la ilusión de verlo allí, a su lado. Un buen día trabaron conversación, el tiempo empezó a pasar mucho más rápido, y… surgió el amor, el cactus alargaba lo que podía sus pinchitos hasta llegar a rozar «su» árbol, y este se cuidaba de darle sombra. Por si no lo sabíais, los milagro existen y aquel amor hizo que la tierra se volviera fértil y lo que fue campo de batalla se convirtió en un magnífico bosque.