29. Y SI NO EXISTE, de Acebuche
Los sueños infantiles la llevaban con insistencia a un lugar en medio del bosque: Una edificación cuadrada de una sola planta con cristales en los que se pintaban cruces blancas.
El aire olía a nuevo y a miedo. Veía niños rubios correteando por los alrededores… escuchaba el sonido de sus voces pero no era capaz de descifrar lo que decían. La humedad del suelo empapaba sus pequeños pies descalzos… el tacto de las escamas de las piñas recién descubiertas hacía germinar la curiosidad en sus manos.
Ya de adulta cuando por fin pudo ponerle palabras a aquella historia que se repetía de manera obsesiva por las noches nadie de su entorno supo de verdad a qué se refería el sueño. Nunca hubo una casa como esa. Nunca un grupo de niños casi albinos que jugaran con ella. Nunca un bosque… pero para ella era real como la vida misma.
Y ella, ante la duda, se dedicó durante años a buscar el lugar que se le repetía cuando dormía, se hizo experta en cartografía, visitó cientos de lugares parecidos y hasta se dejó hipnotizar por terapeutas que prometían descifrar su subconsciente.
¿Y si de verdad no existe?