295. ALBOROTO EN EL BOSQUE, de Perenne
No se como había llegado hasta allí, pero estaba empezando a oscurecer y me encontraba perdida en el bosque. A mi memoria regresaron terroríficas historias infantiles sobre ogros, fantasmas, y hombres del saco que olfateaban a los niños perdidos en el bosque para llevárselos y comérselos. El viento gruñía con fuerza, los senderos se ocultaban bajo la maleza para que no pudiera verlos y emergieron enormes árboles que se plantaron ante mí de forma desafiante. Con sus ramas jugaban a burlarse proyectando sombras caprichosas, mientras que sus hojas bramaban risas casi sarcásticas. Experimenté realmente el miedo. Acurrucada sobre un matojo distinguí el alboroto de unas pequeñas alimañas y percibí la presencia de lo que podrían ser ardillas, liebres, sapos, jilgueros o urracas. Tímidamente se hacían visibles, pero desaparecían para ocultarse tras su bosque protector. Pero, ¿de que se escondían?, ¿tenían miedo? Sí, tenían miedo de mí, pensé. Me puse en pie tranquila y el viento amainó. Aquellas monstruosas sombras se habían difuminado en la penumbra y sus hojas se mecían como en el sueño de una hamaca. La maleza había construido un camino para mostrarme al fondo un cálido manto de hojas secas. Sobre ellas me quedé dormida.