298. SECRETOS, de Herrerillo
Un coche se detuvo junto al sendero del bosque. Un hombre alto y fornido salió de él. Abrió otra puerta del vehículo y un niño descendió de un salto.
– ¡Qué bonito! ¿Es ésta la sorpresa que me prometiste?
– Si – contestó el hombre-. Pero lo mejor está allí, dónde los hombres son incapaces de entender.
Y señalando hacia la verde arboleda, continuó.
– ¿Ves esas largas cañas de bambú de color verde grisáceo?
El niño asintió con un leve movimiento de cabeza.
– Pues esas cañas danzan al atardecer, al compás de una suave melodía que, juntos, el viento y el agua del riachuelo le cantan como un susurro. Entre las ramas de aquellos frondosos árboles, se reúnen los herrerillos y carboneros para presumir de sus vivos colores, mientras contemplan admirados la caída del sol; y, una vez anochece, el cárabo y el mochuelo, con sus grandes ojos castaños, les arrullan aleccionándoles sobre las estrellas. Aquéllas que con sus brillantes centelleos guiñan, coquetas, en medio de un tranquilo y gran cielo azul.
El hombre paró su relato y miró a su hijo. Sus ojos estaban iluminados por la emoción…
– Si, ésta era mi gran sorpresa- pensó.
– ¡Qué bonito! ¿Es ésta la sorpresa que me prometiste?
– Si – contestó el hombre-. Pero lo mejor está allí, dónde los hombres son incapaces de entender.
Y señalando hacia la verde arboleda, continuó.
– ¿Ves esas largas cañas de bambú de color verde grisáceo?
El niño asintió con un leve movimiento de cabeza.
– Pues esas cañas danzan al atardecer, al compás de una suave melodía que, juntos, el viento y el agua del riachuelo le cantan como un susurro. Entre las ramas de aquellos frondosos árboles, se reúnen los herrerillos y carboneros para presumir de sus vivos colores, mientras contemplan admirados la caída del sol; y, una vez anochece, el cárabo y el mochuelo, con sus grandes ojos castaños, les arrullan aleccionándoles sobre las estrellas. Aquéllas que con sus brillantes centelleos guiñan, coquetas, en medio de un tranquilo y gran cielo azul.
El hombre paró su relato y miró a su hijo. Sus ojos estaban iluminados por la emoción…
– Si, ésta era mi gran sorpresa- pensó.
La lectura de este original relato te traslada al escenario descrito. ¡Enhorabuena por la redacción!