3- Regresos (JAMS)
Le revolvía el pelo fosco y le pedía que se cuidara mucho. Y reprimía el llanto para no montar una escena. En los seis años que llevaba trabajando como cocinera en el Centro había visto regresar a sus casas a muchos deportados, y nunca sintió un abandono tan súbito. Pero Amid tenía los ojos negros de la desdicha, las manos grandes, y la deliciosa costumbre de llamarle «abuela Carmen».
Y nadie había alabado tanto sus postres de leche y sus rosquillas. Le había empaquetado una docena. Y entre ellas, un envoltorio pequeño con novecientos euros, el dinero necesario para un nuevo pasaje.
El corazón de Carmen parece no tener acomodo ni en su pecho ni en la dura realidad de las personas a las que llega a conocer. No parece importarle prescindir de algo muy valioso para la mayoría y que, seguramente, le haya costado demasiado trabajo conseguir, pero no quiere hacerlo de ofrecerle otra oportunidad a Amid, aunque, a nuestros ojos, solo sirva para perpetuar la acción de algunos que se enriquecen con la necesidad ajena. Muy emotivo, Jams.
Tierno y cargado de sensibilidad, tu relato, Jams. Hay muchas mujeres como Carmen, aunque nos cueste creerlo en un primer momento. Me gusta este homenaje a la bondad y a la comprensión hacia los excluidos, que nos muestras.
Un abrazo.
Empiezo por pedirte disculpas, como Juan, por mis ansias. No se volverán a repetir. Tu texto es más breve que en otras tandas, claro: el recopilatorio y la fiesta. El texto: fabulosa interconexión entre la cocinera y el deportado. Es de esos micros, relatos o como se quiera, que calan porque albergan en lo hondo de la sandía un valor desplegado con un sentido de ejemplaridad. Son un conjunto de palabras sabiamente sazonadas y cocinadas. Un postre como para chuparse los dedos. Enhorabuena. Abrazo inmenso.
Juan,tu protagonista femenina es un encanto. Lo has sabido contar fenomenalmente. Suerte y abrazos
Ese Amid tiene que ser muy especial para destacar entre tantos, aunque no menos que Carmen. Si no fuera porque sabemos que ambos son fruto de la ficción, me encantaría conocerles. Aparte de esto, has conseguido que me entre hambre, las rosquillas son una de mis debilidades, qué le voy a hacer.
Un abrazo, Juan
A veces nos encontramos con verdaderos ángeles aquí en la tierra, sin tener que desplazarnos a lo divino. Son personas que hacen mucho por los demás, como esta «abuela Carmen «. Y, además, esas rosquillas son un manjar que van a hacer que Amid la sienta más cerca.
Un abrazo, Jams
Siempre puede ser que pasen y ocurran y sucedan cosas parecidas. Llena de discreto optimismo la intención de esta buena señora que seguro consigue que las cosas salgan bien.
abrazos Jams
No sé, Jams, pero a mí me ha recorrido un escalofrío de emoción al leerlo. Me has hecho imaginar la situación y me ha parecido que tenía a tus protagonistas al lado.
Un abrazo enorme.
Juan, qué tierna escena. A esta Carmen dan ganas de conocerla, no sólo por su entrañable corazón , sino por sus estupendos postres de leche y rosquillas.
Precioso.
Gente especial, Amid y la abuela Carmen. Me quedo con un pellizquito en el corazón hasta que esos novecientos euros vuelvan a acercarlos. Una breve delicia, jefe. Besos para ti.
Ríos de estadística y fríos números de un fenómeno que solo cuando miramos directamente a los ojos podemos empatizar con su sufrimiento. Personas como Carmen nos hacen albergar esperanzas. Muy bueno, Jams. Abrazos.
Entrañable, esta abuela que Amid necesita. El alimento puede ser también un abrazo para esta mujer que hace posible el sueño del niño. Muy buen texto, Jams, que transmite la esperanza en el ser humano.
Jams, me gusta el relato por lo real, duro y tierno.
Abrazos fuertes y hasta Madrid, si nada se tuerce.
Tierno y dulce como los postres de la abuela Carmen. Duro y amargo como la vida misma.
Sencillito, pero directo. Esta vez le toca al nieto de los ojos negros y las manos grandes. Probablemente tendría más nietos, quienes se implican acaban haciendo una gran familia. Aunque no sé si hay tantos/as que se impliquen de verdad como se dice por ahí.
Un abrazo, y suerte, Juan.
Es un hermoso relato que transmite, que contagia la humanidad de sus personajes, que diluye las fronteras. Enhorabuena, Juan. Un abrazo.
Preciosa historia. Con ella nos recuerdas que la generosidad siempre fue, es, y será una de las cualidades que nos acreditan como «seres humanos».
Abrazos Juan.
Ton.