303. SANATORIO CRUPAL, de ElCiensayos
El hombrecillo estaba lívido en la trocha. En su rostro irreal sangraba una comisura de los labios. Rogó que le guiara «al Edificio» pues se había desorientado; señalaba hacia la silva escabrosa de pinos negros y empecé abriendo tal marcha, hasta que observé escondido entre árboles como hecatónquiros, una especie de palacio de balneario decimonónico, cuadrado y rematado en los vértices por minaretes bellísimos y melancólicos. En su frontis se leía: PREVENTORIO DEL CRÚOR. PATRONATO NACIONAL ANTIESCROFULOSO. Debajo, un huecorrelieve con un templario abrazando La Cruz de Lorena.
Atravesé la puerta giratoria y un salón de metopas y teselas llevaba a la crujía, con dos filas infinitas de camas con dosel vacías una a cada lado, embriagadas en benzoicos aromas. No había nadie y giré buscando a la estantigua a quien acompañaba. Tampoco estaba. Se me puso el vello como escarpias al pensar que iba a ser el paciente perenne y mis pulmones empezaron a crepitar, lo que hizo encogerme. Al erguir de nuevo la cabeza, me vi en ese mismo sanatorio, pero en ruinas, olvidado por los siglos y devorado por la maleza en mitad de bosques ignotos, y huí para siempre como alma que lleva el mismísimo Pateta.