306. ESCENA ATIGRADA, de Argiope
Iros a buscar moras, dijo mi madre sentándose sobre la manta, anda, que me duele la cabeza. Y nos es que se le quitara comiéndolas, es que así la dejábamos tranquila un rato pensando en sus cosas. Que para eso nos llevaba al bosque. Mi hermano y yo no es que fuéramos malos, lo decía siempre ella, es que éramos traviesos. Se hartaba de repetirlo a todo el mundo. Y las tenderas no nos quitaban ojo, las tías. Yo no sabía bien cuándo lo éramos y cuándo no. Miraba a mi hermano a ver si se lo notaba, ahora sí, ahora no. Y nunca coincidía con los chillidos de mi madre.
La dejamos mirándonos desde aquel claro del bosque. Cogíamos moras para los bolsillos y nuestras bocas. Y entre las zarzas, la vimos. Negra y amarilla, como lo tigres pero con patitas alrededor. Mi hermano dijo: mátala, que es venenosa. Y ahí vi que mi hermano era travieso. No, dije yo, mejor la cuidamos en casa hasta que se haga grande y luego la soltamos que corra, pobrecilla. Recogimos once más. Y se las llevamos a mamá que, al acabársele las cosas de pensar, se había dormido sobre la manta.
Vaya despertar que le espera.Es un buen final.