313. SACRIFICIO VERÍDICO, de La Enredadera Fluvial
Cuenta una vieja leyenda india una de las más tristes historias de amor en los tiempos antiguos.
En un modesto poblado, habitaba una pequeña tribu indígena. Los amos de los bosques. Los dakotas.
El joven “Ojo Penetrante” se debatía día y noche en demencia. Amaba en secreto a la más bella muchacha que se haya erguido sobre el crepúsculo. Su nombre era “Cielo Estrellado”.
Guiado por un impulso de desesperación y angustia, reunió el valor acometido y dirigiéndose a ella, le suspiró declaraciones nacidas de su alma.
Con el pasar de los años, una terrible epidemia azotó la aldea, llevándose con ella a multitud de pobres desdichados. También arrasó con “Cielo Estrellado” quién murió sumida en la pesadumbre.
La noticia de la muerte de su amada no tardó en llegar a oídos de “Ojo Penetrante”.
Con una actitud altanera, miró al cielo y emprendió su promesa. Escaló con esfuerzo un interminable despeñadero que daba a luz a una gutural cascada. Una vez en la cima, respiró con dureza una bocanada de aire puro, justo antes de precipitarse al vacío, dejando que su cuerpo inerte impactase con las lomas de la montaña, hundiéndose en el abismo.
En un modesto poblado, habitaba una pequeña tribu indígena. Los amos de los bosques. Los dakotas.
El joven “Ojo Penetrante” se debatía día y noche en demencia. Amaba en secreto a la más bella muchacha que se haya erguido sobre el crepúsculo. Su nombre era “Cielo Estrellado”.
Guiado por un impulso de desesperación y angustia, reunió el valor acometido y dirigiéndose a ella, le suspiró declaraciones nacidas de su alma.
Con el pasar de los años, una terrible epidemia azotó la aldea, llevándose con ella a multitud de pobres desdichados. También arrasó con “Cielo Estrellado” quién murió sumida en la pesadumbre.
La noticia de la muerte de su amada no tardó en llegar a oídos de “Ojo Penetrante”.
Con una actitud altanera, miró al cielo y emprendió su promesa. Escaló con esfuerzo un interminable despeñadero que daba a luz a una gutural cascada. Una vez en la cima, respiró con dureza una bocanada de aire puro, justo antes de precipitarse al vacío, dejando que su cuerpo inerte impactase con las lomas de la montaña, hundiéndose en el abismo.