314. LA ANJANA, de Haya
El abuelo Juan nos contaba muchas historias, pero nuestra favorita era, sin duda, la historia de la Anjana.
«Un día, cuando era joven, el abuelo se perdió en el bosque. Anduvo varias horas sin encontrar el camino de regreso y decidió sentarse a descansar a la orilla de un riachuelo. Estaba inclinado tratando de beber, cuando vio, reflejado en las aguas, un rostro de mujer. Rápidamente giró la cabeza para encontrar a una joven bellísima con el cabello del color de las hojas en otoño y los ojos verdes como el bosque en primavera.
-¿Quién eres?-preguntó
-Soy una anjana del bosque y voy a conducirte a tu hogar-contestó, y su voz recordaba el susurro del viento.
El abuelo tomó la mano que la Anjana le tendía y caminó a su lado hasta que divisaron las luces del pueblo.
Pero, tras recorrer el camino, los dos supieron que no podrían separarse sin ser desdichados para siempre.
Sin embargo, las anjanas deben pagar un caro tributo por abandonar el bosque: perder la inmortalidad y dejar allí su voz.
En ese momento del relato, todos mirábamos a la abuela, que sonreía muda contemplándonos con sus ojos verdes como el bosque en primavera.