318. EL SUSURRO DEL VIENTO, de Driada
No estaba huyendo, pero desde que la había perdido tampoco tenía claro el camino que debía seguir, ni a dónde pretendía llegar.
Lo que me atrajo hacia este bosque fueron los cálidos tonos del otoño y, así, abandoné el coche y penetré aquel universo de colores rojizos, ocres y tímidos verdes por la ruta del olor a tierra mojada, de hojas caídas y de setas.
Sé que perdí la noción del tiempo y del espacio, que me perdí en mi propia melancolía y que la noche me sorprendió.
Poco antes del alba, el viento silbante me trajo una voz conocida que decía: “Aquí”. El frío era entonces más húmedo e intenso.
Yo había oído historias sobre seres fantásticos que habitan los bosques, pero nunca hasta aquel instante había visto alguna. Y lo más asombroso es que era ella, viviendo en el tronco de aquel grueso árbol, con sus brazos extendidos hacia mí. “Te amo”, musité, y al abrazarla, sentí la metamorfosis de mi cuerpo fundiéndose con el suyo.
Si el susurro del viento llevara a tus oídos palabras de amor, estás oyendo a las almas enamoradas que habitan los árboles.