32. En busca del tiempo perdido (Ginette Gilart)
La anciana entró en el edificio abandonado y semiderruido. Después de atravesar el vestíbulo se adentró en el pasillo que conducía a los dormitorios. Allí miró a su alrededor, todavía quedaban algunos colchones por el suelo, somieres y cabeceros de cama parcialmente oxidados. Se acercó a una de las ventanas, fuera la vegetación lo había invadido todo, no quedaba nada de aquel parque tan bien cuidado por Benoît, el jardinero. En una pared desconchada un crucifijo colgaba de medio lado, se dirigió a él y de manera mecánica lo enderezó. En ese instante, de entre los escombros salió asustado un pájaro soltando algunos plumones. Los contempló un rato y recordó las batallas de almohadas con las que las internas se divertían antes de acostarse. Sor Inés solía hacer la vista gorda un tiempo, luego entraba en el dormitorio y mandaba apagar las luces: “Buenas noches niñas”.
Nunca olvidará la última batalla, esa noche no apareció Sor Inés, en su lugar irrumpieron agentes de la Gestapo con soldados alemanes. Con otras dos niñas judías tuvieron que seguirlos. Abajo en el patio también esperaba la monja. Las cuatro subieron en el camión.
Nunca supieron quién las había delatado.
Es perfecto, de principio a fin. Una historia triste muy bien contada. Tus descripciones hacen que estemos dentro, con ella.
Un abrazo.
Pues muchas gracias, Inés, siempre tan amable en tus comentarios.
Un abrazo.
Se me encogió el corazón.
Gracias, M Carmen por pasarte y dejar unas palabras.
Un abrazo.
Todas las batallas deberían ser únicamente de almohadas, recuerdo gozoso que hombres insensibles, embebidos de extraños ideales, pueden truncar para siempre.
Saludos, Ginette. Suerte
«Hombres insensibles embebidos de extraños ideales», has acertado de lleno. Lo malo es que sigue habiendo muchos hombres insensibles, hoy en día están en otros lugares del planeta.
Siempre apreció tus comentarios Ángel, gracias.
Un abrazo.
Al final, como en Au revoir les enfants, el delator no calculó el daño y o dio marcha atrás. Terrible imagen.
Un saludo
JM
Tremenda escena final de la peli cuando el cura se despide con un sencillo»au revoir les enfants». Creo que lo peor de las guerras son las traiciones y las delaciones con las que algunos se benefician. Me pregunto si dormirán con la conciencia tranquila.
Gracias Juan M por pasarte y comentar.
Un abrazo.
Ginette, su primera parte nos lleva por los recuerdos felices de la juventud, luego nos asaltas con csabiduria con esa falta de madurez de los adultos cuando hacemos la guerra. Suerte y saludos
Muchas gracias, Calamanda, por dejar un comentario y desearme suerte.
Un abrazo.
Crudo relato. Vas salpicando escenas que resumen una tragedia.
La imagen de las niñas y la monja subiendo a ese camión te encoge el corazón. Como bien tu dices ¿Dormirán tranquilos aquellos que delataron a sus amigos?
Un beso Amélie.
Espeluznante, Gina. Y por más que trate de mantenerse viva la imagen del horror del Holocausto, el tiempo lima memorias de los que lo sienten ajeno y lejano,de los que piensan que nunca más puede pasar,,,
Un beso.
Buena historia de otras épocas. Debía pasarse mucho mucho miedo sabiendo que ante o después llegarían los que hacen el daño.
Un abrazo y suerte
Sorpresa o drama final. Coincido con lo comentado por Manuel, es otro reflejo más del miedo que han padecido los humanos.
Muy bien narrada esta historia tan triste. Preciosa
Un abrazo
Un presente destruido, que intenta enderezar (como al crucifijo) poniendo orden en un pasado que no se puede entender. Una historia con muchas imágenes muy bien contada.
Exquisita la comparación de las batallas de almohadas, con la caída silenciosa y voladora de los plumones desprendidos…
Una historia triste pero esperanzadora al descubrir que después del horroroso holocausto, una de las protagonistas siga viva para recordarla.
Pues has envuelto muy bien con melancolía esa mirada al pasado que al final está para enseñarte todo lo deleznable que atesora el ser humano. Buena conexión con ese periodo de la historia y excelente fotografía. Mucha suerte 🙂
Siempre tienen que aparecer en escena los hombres oscuros, llevarse la esperanza y dejar el miedo tras de sí. En cualquier tiempo, también ahora. Y hacemos la vista gorda ¿?
Suerte y un abrazo, Gina.
Muchas gracias por vuestros comentarios. Me satisface saber que mi relato os ha llegado.
Abrazos
Que «el Hombre es lobo para el hombre» lo vemos en muchos aspectos de la vida; sin embargo, en caso de guerra se convierte en la peor de las fieras.Aunque triste, es un buen relato. Suerte.