32. MASCARADA (Manuel Menéndez)
Fuera hace frío. Mucho. Todo lo que me rodea es gélido, carente de vida, monótono. Desearía tener fuerzas para salir de aquí, para derretir el hielo que ha cristalizado a mi alrededor, pero mi interior también está congelado. En algún lugar, mi corazón sigue trabajando en medio de este frío glacial, porque noto sus latidos desbocarse, mientras mi estómago se escarcha formando carámbanos de ansiedad. Entonces me arrebujo más en mi manta, abrazo mis rodillas contra el pecho y dejo que el tiempo pase en posición fetal, protegido del exterior, del mundo, de la vida.
La oigo dar vueltas por la casa. Es muy tarde. En cualquier momento gritará que nuestros hijos están a punto de llegar. No quiero verlos. Sobre todo, no quiero que me vean. Soy su padre. La roca. Su puntal. No pueden saber que estoy hecho de arena y lágrimas. Que no tengo respuestas. Que solo me quedan preguntas, después de tantos años. Pero lo haré. Una vez más arrastraré mi cuerpo entre la cellisca hasta ponerme en pie. Una vez más respiraré hondo antes de colocarme la máscara de payaso. Y, una vez más, sufriré con una sonrisa cada momento vivido fuera de mi refugio.
Un relato lleno de intensidad, con un hombre a quien vivir le cuesta horrores. Solo siente algo de refugio en su cama, como la tortuga bajo su caparazón, o una avestruz que esconde la cabeza bajo tierra, fuera de ella todo es frío, aunque no se engaña, sabe que la frialdad la tiene también dentro.
Con gran esfuerzo, mucho más del que nadie puede imaginar, termina por levantarse y hasta por poner buena cara, incluso intenta ser divertido.
Lo suyo no es pereza, se trata de algo más profundo, una dificultad que le incapacita para enfrentarse al mundo, con sus posibilidades pero también con sus problemas. Un último hálito de orgullo hace que disimule por sus hijos, que sabe que le tienen por modelo.
La crónica de una depresión desde dentro, con la crudeza de un hombre que está convencido de estar hecho de arena y lágrimas. Puede que sea así, o no del todo, pero lo que él siente es su realidad, lo demás solo máscara, o fachada.
Un abrazo y suerte, Manuel
Gracias Ángel, como siempre tu atinado comentario supera, con mucho, el relato. Un gran abrazo.
Espero que tu hombre sepa que con arena y lágrimas se pueden levantar castillos, Manuel.