325. SOY DE ASFALTO, PERDÓN, de Zorro Astuto
La primera vez que acudí a un establecimiento rural, allá por la Cantabria occidental donde el mar y el bosque se enhebran como amantes, descubrí todo un mundo plagado de sentido y misterio.
Recordaré siempre una anécdota que me ayudó a dudar de la lógica de animal de asfalto que yo soy.
Juan, el dueño de la casa rural me sugirió un paseo por el bosque cercano, siguiendo un sendero sin pérdida. Me adentré en la espesura y escuché un golpeo rítmico contra la madera. Sobresaltado, miré en la dirección del sonido buscando al humano que me urdía la trampa. En vano. Lejos de localizar al bromista, el sonido persistió hasta desesperarme.
– Sin duda -pensé- es Juan que tiene preparado un susto para ingenuos como yo-. Con aire de superioridad volví al albergue y le espeté al dueño:
– Menuda tomadura de pelo tienes montada en el bosque con el to-toc-toc de las narices.
Juan me miró sorprendido y con aire comprensivo me dijo:
– Es el pájaro carpintero que horada un tronco de árbol seco, ¿no?
No quiso hacer leña del árbol caído, se lo agradecí.
Recordaré siempre una anécdota que me ayudó a dudar de la lógica de animal de asfalto que yo soy.
Juan, el dueño de la casa rural me sugirió un paseo por el bosque cercano, siguiendo un sendero sin pérdida. Me adentré en la espesura y escuché un golpeo rítmico contra la madera. Sobresaltado, miré en la dirección del sonido buscando al humano que me urdía la trampa. En vano. Lejos de localizar al bromista, el sonido persistió hasta desesperarme.
– Sin duda -pensé- es Juan que tiene preparado un susto para ingenuos como yo-. Con aire de superioridad volví al albergue y le espeté al dueño:
– Menuda tomadura de pelo tienes montada en el bosque con el to-toc-toc de las narices.
Juan me miró sorprendido y con aire comprensivo me dijo:
– Es el pájaro carpintero que horada un tronco de árbol seco, ¿no?
No quiso hacer leña del árbol caído, se lo agradecí.