33. LA OCTAVA MORADA (Eduardo Iáñez)
Despierto ante la puerta del castillo. En la torre barbacana, una sola ventana recata su penumbra tras una tupida celosía. Traspongo el cancel y me reciben con familiaridad escaleras y pasillos umbríos. Abro una puerta; en la oscuridad, una fila de personas aguarda su turno para mirarse en el espejo que ocupa el centro de la estancia. Se contemplan un momento y marchan disciplinadamente, unos a la derecha, otros a la izquierda. Cuando me toca el turno, el espejo se niega a devolverme imagen alguna. Quienes están tras de mí exigen que me aparte. Su apremio me causa dolor tan fiero, que rompo el azogue en mil pedazos. En el suelo, cada uno de ellos contiene, completo, mi reflejo. Recojo el fragmento que ha quedado a mis pies y me descubro en una amplia habitación del castillo, cuya luz tamiza el bello enrejado de su único vano. Me acerco, toco con mis yemas la filigrana tallada en oloroso cedro. Siento ceder la madera y mi cuerpo desplomarse en el vacío. Mientras me contemplo en el suelo, en una posición imposible, una jauría lame mi sangre exánime a los pies de la torre. Me duermo sin remedio.
Lo leí varias veces, es como una cajita dentro de otra, tienes que ir buscando el significado. Tengo dos interpretaciones que pueden llegar a conjugarse en una,tú me dirás si estoy muy lejos de lo que quisiste transmitir. Una posible interpretación, todo es un sueño,un sueño en un estado de ensoñación hasta que llega el sueño profundo. Pero, la que me parece más acertada es pensar en el viaje que hace el espíritu luego de morirse, en ese mirarse en el espejo y direccionar a cada «persona» estaría el juicio según lo actuado. Puede ser que el narrador esté en un estado de muerte clínica o coma, para luego de esta experiencia morirse realmente,por lo que sostiene en el último enunciado.
Suerte para ti, es un buen relato, si me equivoqué es lo que sentí y si provoca pensar doblemente bueno.
Saludos.
Macarena, siempre he creído que a los lectores hay que dejarlos «sentir» y «pensar» sobre lo que escribimos, como tú misma dices, y que no hay que volver a explicar lo que ya hemos explicado con nuestro relato.
En tu caso, además, demuestras ser una lectora atenta, y no hay nada que añadir a lo que me sugieres. Perfecto.
Si, además, te agradó, si te invitó a la reflexión, si te pareció sugerente…, ¿qué más puedo pedir?
Gracias por tus comentarios. Un saludo.
¡Enhorabuena Eduardo! Relatazo, relatazo. Muchas cosas a destacar: la propia historia o lo posibilidad de más de una historia que obligan, con deleite, a releerlo; el manejo de la Lengua, sublime; el perfecto engarce en el texto del verso Teresiano; el título, que nos lleva a un estadio posterior al que anhelaba la Santa; y la frase de cierre, con la perfección de la sencillez.
Seguro que hay más cosas destacables pero digerir tanto bueno, tan de golpe, requiere su tiempo.
Recibe mi reverencia sincera.
Ay, Rafael, Rafaelazo… ¡que me parece que eres un buenazo! Mira que hablar de «relatazo»… Se ve que la santa de Ávila te ha predispuesto a la bondad en esta ocasión.
Soy yo el que me descubro ante tu comprensión de que el título instala el relato en ese «estadio posterior» al que anhelaba la santa, y de ahí su onirismo, la subversión de los valores de la vigilia y el sueño.
Suerte en tu camino a la Copa.
Un saludo.
Enhorabuena Eduardo. Por varias razones: por tu calidad como escritor. Da fe de ello el relatazo que te acabas de marcar. Qué puedo decirte, hay muchas cosas a destacar de él y todas buenas. Tienes un manejo de lenguaje y de los tiempos extraordinario. También aprovecho para felicitarte por el encuentro que has tenido con Lorenzo Rubio en copa (cuando escribo esto aún no se ha decidido ganador). Qué maravilla de relatos !!. Nos habéis hecho disfrutar a todos. Un abrazo y mucha suerte 🙂
Juan Antonio, viniendo de ti no puedo sino darte las gracias por tu generoso comentario. También tú hablas de «relatazo», lo cual me parece excesivo. Y en cuanto al cuidado del lenguaje, sí, ya lo he dicho en varias ocasiones por aquí: es quizá, junto con la estructura, el ‘montaje’ del relato, mi gran obsesión. Muy teresiano, ¿no?
Muchas gracias por tus deseos. Saludos.
A veces tengo la sensación de ver crecer a los escritores de ENTC y hacerse cada vez más grandes. Este es uno de los casos y este relato tiene un aroma a cuento clásico de algún escritor consagrado.
Por lo demás, comparto los comentarios anteriores.
Uffff, qué subidón, Paloma. Me has dado moral para rato, de verdad. Eso de verme ‘crecer’, a mi edad provecta, no deja de ser un milagro. Debe de ser cosa del brazo incorrupto de la doctora de la Iglesia.
Muchas gracias por insuflarme ánimos.
Abrazos.
Una historia a la que creo que podrían caberle varias interpretaciones, con un elemento, cuando el personaje no se ve reflejado en el espejo, que me parece que tiene un valor esencial. En todo caso, un tránsito entre agónico y sorprendido antes de dormir «sin remedio», relatado con intensidad contagiosa y un lenguaje muy cuidado.
Suerte y un saludo, Eduardo
Nada tengo que añadir a las inteligentes observaciones que haces, Ángel. Has entendido perfectamente ese ‘tránsito’, como lo llamas, que he querido presentar oníricamente.
Muchas gracias por tus comentarios y tus deseos.
Un saludo.
Eduardo coincido con el comentario de Angel, tu cuento se presta a diversas interpretaciones, todas ellas inquietantes. Suerte y saludos
Muchas gracias, Calamanda, fiel lectora y comentarista. Me gusta que te parezca sugerente, rico en interpretaciones, así lo quería yo.
Saludos.
¡Madre mía, «hasta el tuétano», Ana! Eso es mucho decir, pero me halaga que lo expreses así, porque es verdad que he querido que hubiera poesía –inquietante, extraña, alucinada. Y si tú la señalas, ya me doy por satisfecho.
Un beso.
Hola, Eduardo.
Un relato cargado de simbología y que a mí me deja pensando en algunos porqués y me resultan inquietantes muchas imágenes que se pasean por el micro.
Frases hermosas que dibujan a un autor que conoce y domina el diccionario.
En fin, mucha suerte.
Un abrazo.
Pues me dejas encantado, Tow, de verdad. Porque ese inquietante simbolismo que señalas, y que te deja en suspenso, es lo que he querido imprimirle al relato. Son esas sensaciones las que a mí siempre me han producido los místicos, así que desde el principio tuve claro que eso era lo que quería hacer en esta ocasión. Así que -repito– me encanta que lo señales.
Muchas gracias por tus palabras.
Saludos.
Eduardo, el tuyo es de esos relatos que están tan bien escritos que nos atrapa y nos deja rumiando palabras y significado. A mí me ha sugerido una alma que exige su destino y que lucha entre su realidad y misticismo. Se ve que ampliar el periodo entre relato y relato ha hecho reposar y afinar vuestras plumas, ya que con este he leído varios que me han encantado. Abrazos y mucha suerte.
Pues si te ha dejado rumiando palabras y sentido, objetivo conseguido, Salva. Creo que has captado muy bien el ánimo abierto, la intención de dejar en suspenso toda certeza que tiene este relato. Vuelo libre, onirismo, misticismo… han querido ser sus señas de identidad.
Gracias por tus palabras, Salva. Y por tu valiente generosidad al hacerte blanco del Microscopio de Mel y Paloma. Un lujo.
Saludos.
Un viaje entre tinieblas, un trabajo esforzado y bien escrito te lo has currado y se nota,ujn mundo onírico y de levitación que agarra, buen texto Eduardo de mucha altura, me gusta . Abrazos y suerte
En efecto, maestro Montesinos: «un viaje entre tinieblas», como muy bien has dicho. Sin certezas. Intuitivo. «¡Oh noche, que guiaste»», que escribió el otro reformador carmelita, el santo chiquito que era san Juan de la Cruz.
Me alegra que te haya gustado. Saludos.
Enigmático relato, amigo Eduardo. Esos fragmentos de espejo son dignos de Poe y el final, puro Lovecraft.
Mis aplausos.
Puuufff, pues no has dicho nada, Patricia: Poe, Lovecraft (a este último lo llevo releyendo las últimas semanas, a lo mejor hasta me ha salido la vena, jeje). Al margen de comparaciones, me sorprende tu olfato para rastrear influencias. ¡Grande, la Richmond!
Un abrazo tremendo, monstruoso.
Relato muy bien hilvanado, magnífico. En el castillo una torre, en la torre una ventana, en la ventana una celosía… escaleras, puertas, habitaciones, espejo, filigrana de olorosa madera, sueños y luz y más luz entre las sombras. Felicidades
María, tu comentario sí que es un relato… Muchas gracias por tus palabras, por tu poesía.
Saludos.
Vaya relatazo, Eduardo, digno de Borges.
Hacía días que no me pasaba por aquí, así que hasta ahora no he podido contestarte, estimadísimo maestro Loren. Me abrumas. Gracias por pasarte y por tu generosidad.
¡Y suerte en la Copa!
Muy elaborada tu historia. El factor espejo, introduce un halo de misterio, al no querer devolverle la imagen. Provoca muchas sensaciones inquietantes.
Mucha surte
Gracias, María Jesús. Sí que es cierto que he intentado dar forma a un relato misterioso, que sobresaliera por lo inquietante y sugerente. Me alegra pensar que a ti así te lo parece.
Un saludo.