335. EL FUEGO, de El Cuervo
El bosque es mío. Qué magnífico se ve bajo el resplandor de mis llamas. Al principio sólo era una chispa que casualmente saltó de la carretera a un rastrojo reseco de la cuneta. Cerca estuve de desaparecer, pero un soplo de viento hizo avivarme y prender en los hierbajos. Tímidamente ardí sin llama, chamusqué la marchita hierba de la cuneta, pero los pinos estaban detrás de la zanja, muy lejos de mi alcance. Quemada toda la hierba me consumía fatalmente cuando el viento volvió a soplar y divisé una rama de pino caída que cruzaba la zanja hasta su tronco. «Sopla, amigo viento, sopla» deseé, y el viento me llevó hasta la rama cuyas agujas secas prendieron como yesca. La resina hizo que el pino fuera una tea para mi ardor y mis llamas se extendieran rápidamente por todo el bosque que me acogió en su seno como el cauce al río. Ya nada me podría aplacar, qué vanos esfuerzos el de los hombres ¿Todavía no han aprendido que nadie detiene mi ímpetu? El bosque es mío y yo soy suyo, arderemos juntos hasta que nos consumamos. Llega la noche, qué hermoso brilla el bosque en la oscuridad.
has puesto el dedo en la llaga… tantas imprudencias o malicias o maldades pueden destruir nuestros bosques! gracias por recordarnoslo