336. EL TIGRE, de El Cuervo
El bosque es mío. Lo recorro majestuoso y dominante como un rey recorre su reino. La nieve lo cubre todo. En invierno la vida parece suspenderse, el bosque se aquieta, se silencia, como si sus habitantes lo hubieran abandonado. Rujo mostrando mis blancos colmillos y todas las criaturas me reconocen, las que duermen se estremecen en sus guaridas y las que velan se apresuran a buscar cobijo. Me lanzo a correr por el placer de correr y mis poderosos músculos apartan la nieve a mi paso. Corro a través del bosque como si persiguiera una presa hasta que mi corazón se desboca y mis pulmones parecieran que fueran a estallar. Entonces me derrumbo sobre la nieve resollando, me revuelco y acicalo mi espeso y lustroso pelaje; después de descansar sacio mi sed en las heladas aguas del arroyo. En invierno anochece muy pronto en la taiga. Anhelo la primavera, aunque sé que no escucharé los bramidos ardorosos de las hembras, hace muchas primaveras dejaron de escucharse en el bosque. A veces sueño que me encuentro con otro tigre y luchamos, cuando despierto rujo hasta enronquecer, pero nadie atiende mi reto. Soy el último tigre en la taiga.