339. UN PASEO POR EL BOSQUE, de Ardilla 5
El enterrador echó la última palada de tierra sobre el ataúd del abuelo, pero él estaba allí, a mi lado, invitandome como siempre a dar un paseo por el bosque en Otoño. Yo no podía negarme y dejándolos a todos me fuí tras sus pasos.
Al entrar una alfombra de hojas multicolores nos daba la bienvenida, con nuestros pasos cadenciosos parecían volar hacia lugares mas tranquilos, caminabamos sin prisa observándolo todo.
Según nos adentrabamos en la espesura un ejército de árboles caducifolios en su atonía otoñal le brindaban a nuestra retina una sincronía cromática desde el amarillo pasando por toda una gama de rojos, pardos y ocres.
El abuelo con su sabiduría me iba relatando el nombre de cada uno: roble, tilo, chopo, haya, arce olmo. El colorido era exultante.
La leve brisa que nos acompañaba hacía que de sus ramas se soltase alguna que otra esencia de color engrosando la alfombra ya existente.
Un rayo de sol taciturno calentaba nuestros pasos alentandonos a seguir hasta el final.
Cuando regresé al cementerio, sobre la tumba del abuelo ya solitario, un conjunto armónico de hojas muertas bailaban sobre su superficie al ritmo de la brisa
Al entrar una alfombra de hojas multicolores nos daba la bienvenida, con nuestros pasos cadenciosos parecían volar hacia lugares mas tranquilos, caminabamos sin prisa observándolo todo.
Según nos adentrabamos en la espesura un ejército de árboles caducifolios en su atonía otoñal le brindaban a nuestra retina una sincronía cromática desde el amarillo pasando por toda una gama de rojos, pardos y ocres.
El abuelo con su sabiduría me iba relatando el nombre de cada uno: roble, tilo, chopo, haya, arce olmo. El colorido era exultante.
La leve brisa que nos acompañaba hacía que de sus ramas se soltase alguna que otra esencia de color engrosando la alfombra ya existente.
Un rayo de sol taciturno calentaba nuestros pasos alentandonos a seguir hasta el final.
Cuando regresé al cementerio, sobre la tumba del abuelo ya solitario, un conjunto armónico de hojas muertas bailaban sobre su superficie al ritmo de la brisa