34. PEREGRINAJE (Eduardo Iáñez)
Lo reconoció en cuanto lo vio encaminarse hacia ella. Ese andar de puntillas y ese braceo desgarbado eran los suyos; pero parecía más delgado, más moreno quizá –como cuando pasaban las tardes a la caza de cigarrones–, y al tenerlo cerca descubrió en su rostro arrugas desacostumbradas. La luz de sus ojos seguía siendo, sin embargo, la misma de la que se enamoró siendo casi una niña: profunda, tranquilizadora, zozobrante. Se anegó en su mirada y supo, con certeza, que había vuelto para quedarse; comprendió que su viaje había concluido y que el regreso era definitivo. Lo amó con ternura infinita, más de la que nunca hubiera imaginado, pues había sido fiel a su promesa y había respetado el deseo que tantas veces ella le expresó en el lecho, esas palabras susurrantes que hizo grabar en el mármol frío: “Espérame en el cielo, corazón”. Y allí estaba.
«Y allí estaba» tres palabras que lo dicen todo. ¡Hermoso!
Un abrazo y suerte.
Gracias, Molí. Ese calificativo de «hermoso» es el que más deseaba para un relato que he querido desarrollar con un tinte romántico, aunque confío que no ‘ñoño’.
Un saludo.
Afortunadamente, cuando él ya lo sabía, ojala mejor futuro
Seguro que sí. El futuro que les espera a ambos es sin duda mejor. Gracias por comentar.
Saludos.
Ufff, Ana, qué desahogó el tuyo y con cuánta razón…. Aunque me temo que, o yo he hecho que te pierdas, o uno de los hilos de los que hablas se ha escapado.
Me explico: ella lo ve llegar, lo compara con su recuerdo y se alegra porque él ha vuelto para siempre; pero en realidad es que ella -es el lector quien debe llegar a esta conclusión- ha muerto y ha llegado a ese cielo en el cual ella misma le pidió que la esperara, como también ella le grabó en su epitafio. El «peregrinaje» del título parece ser el de un hombre que vuelve, como tú señalas; pero el auténtico peregrinar es el de dos almas que se reencuentran para siempre. En el cielo, él cumple esa promesa de esperarla, de modo que, más que del regreso de él, habría que hablar de su esperanza infinita en la llegada de ella.
Besos, Ana.
Un epitafio a medio camino entre dos mundos, el terrenal y el divino; una fidelidad puesta a prueba, que sólo es posible con auténticos y fuertes sentimientos, capaces de sobrevivir a todo, incluso a la vida y a la muerte.
Suerte, Eduardo. Un saludo
Es el relato de dos fantasmas que se vuelven a encontrar en el cielo. Un relato de amor y esperanza.
Suerte
El amor más allá de la muerte… ¿lo tendremos así?
Lo que sí tenemos es mucha ternura en este relato.
Saludos
Carme.
Un relato con matiz romántico y lleno de una promesa realizada. El encuentro entre dos alamas que se quieren más allá de la vida. Preciosa historia y bien llevada.
Un abrazo y suerte Eduardo.
Gracias a todos por vuestros comentarios, por deteneros ante esta inscripción fúnebre y opinar generosamente sobre ella. Abrazos.
Una bonita historia. Un relato que te lleva de la mano de la tristeza pensando en los que ya no están, pero que solucionas con un reencuentro que hace a ese paso de la muerte un tránsito mucho más amable. Hay historias que trascienden más allá de la vida, y me alegra haberlo leído hoy en tu relato. Mucha suerte y gracias 🙂
Eso reconforta si al final todos nos unimos. Suerte, Eduardo, y sobre todo un abrazo.
Que paciencia y que voluntad tan férrea tienen algunos.
Un texto sumamente poético.
Curiosa interpretación, Eduardo. Generalmente el que cambia es el que continúa vivo, pero en este caso es él quien no se corresponde con el recuerdo que ella tiene de cuando vivía. Me ha parecido muy original y certero; la memoria es selectiva.
Suerte y abrazos
Qué preciosidad de relato, Eduardo. La imagen de él regresando y como ella lo reconoce y, sin embargo, le parece distinto, ya hacen presagiar un cambio de dimensión. Muy sugerente.
suerte y abrazos