Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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35. La feligresa

Lo liviana de espíritu que sale ella tras recibir la absolución y lo poco que le dura la paz. Porque siempre, siempre, aparece alguien que le emponzoña el ánimo, incluso en el mismísimo confesionario. Como hoy, que no ha podido arrepentirse a gusto de sus pecados porque al oír la voz tras la rejilla resultó que no era el sacerdote de siempre, sino un cura que anda últimamente por allí: el padre Quique. A Raimunda no le parece serio llevar sotana y llamarse así, y como no le daba confianza se ha guardado algún pecadillo, como el bofetón que le arreó ayer a la criadita por derramar la leche sobre el mantel de lino, menuda inútil. Por compensar el arrebato, en vez de una moneda dejó dos, ¡dos!, al mendigo de la puerta antes de entrar a misa. Pero ¿qué se ha encontrado al salir? Pues al zarrapastroso bebiendo de un tetrabrik de vino. ¡Qué poco ha tardado en gastarse la limosna! Porque para buscarse un empleo, cambiarse de ropa, quitarse de ahí, para eso no, no se da tanta prisa. «Que Dios perdone a estos maulas del demonio», se persigna Raimunda, propinándole un puntapié al pasar junto a él.

Fuera de concurso.

3 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    Todos tenemos nuestros pecadillos e incorrecciones. Tu protagonista es consciente de ello, el problema es que su naturaleza y querencia son poderosas, y el propósito de enmienda se queda en eso, en intención.
    Un abrazo, Susana

  2. Rosalía Guerrero

    Susana, tu micro es el ejemplo perfecto de «A dios rogando y con el mazo dando».
    Hipocresía en estado puro.
    Un abrazo y suerte.

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