36. EL BOSQUE SE HIZO A LA MAR, de Bellota
Hoy pasta el ganado en la colina que limitan las limpias aguas del Miera y el Aguanaz.
De aquel bosque no queda recuerdo, solo queda…“el nombre”.
Para vestir de quilla a perilla, en las atarazanas de Guarnizo, carabelas, galeras y galeones, fueron cortados los robles más sólidos. Se diezmó la foresta. La sierra y el tronzón, incansables, rumiaron nuestra “selva” trasmerana. Los urogallos atontados por el chute hormonal de sus amores, fueron merienda fácil de leñadores.
Huyeron los corzos, los jabalíes y los lobos.
Después llegó lo peor, las pequeñas piras de humo de lento ascenso de los humildes carboneros de carbón vegetal desaparecieron.
Las fábricas de cañones de Riotuerto y Liérganes devoraban energía. Todo valía, tanto troncos como ramas. No se hacía ni selección ni reposición, se arrasaba.
La madera que no terminó siendo trabajada para construir las cureñas y cureñines de las armas navales, terminó hecha picón en la barriga de los hornos de las fábricas cañoneras. Aun no se utilizaba el carbón mineral y fundir en moldes fusiformes el hierro de Cabárceno, exigía toneladas ingentes del vegetal.
Todo en El Bosque de Entrambasaguas fue victima del hacha, incluso el patrón de su vistosa iglesia: San Juan degollado.
Cuántas veces pasé por bosques maravillosos y después de unos años volví a pasar otra vez y vi unos paisajes desoladores ruines con una fealdad horrible.
Querida bellota, un bosque tarda décadas en crecer y en unas horas, días, meses, el ser humano lo convierte en nada… Qué difícil es crear y qué fácil es destruir. Tu relato es triste perro a la vez muy didáctico. Para mí es cómo un hombre que sube a una montaña muy alta y en la cima grita con una voz tan fuerte que se escucha por todo el planeta: “Parad de autodestruirnos”.
Un cuento lleno de enseñanzas y de simbolismos. Enhorabuena, me ha gustado mucho.
Saludos, tu amigo, La secuoya roja
Gracias compañero