360. EL TIEMPO, de Seta Blanca
Andrea, solo entendía a sus diez años que nadie la escuchaba, ni entendía. Su padre se separó de su madre y de ella, cuando no sabía caminar, nunca más lo vió. Su madre trabajaba todo el día y los fines de semana. Ella, por supuesto reivindicaba la situación, pero su madre, como siempre (a sus ojos) no tenía tiempo. Ese fue el verdadero motivo para que Carlotta, su madre, buscara el sitio más recóndito que podía, prefiriendo la soledad para pasar dos días con su pequeña. Siendo de Canarias y estando en el mes de marzo, buscó en la Península un lugar diferente, rodeada de un bosque lleno de abetos enormes, donde el camino serpenteante, terminaba en una casa de madera preciosa. Entremos le dije, mientras la cogía por la mano.
El frío, era tremendo, pero el calor humano, que necesitábamos las dos, lo difuminaba. Mi felicidad era la suya. Oíamos en la noche iluminada por una luz preciosa que nos regalaba la luna el silencio, algo que nos inquietó, al no estar acostumbradas. Pero la sonrisa de las dos, reflejaba la felicidad de estar juntas. Que importante era el tiempo incluso a los diez años.
El frío, era tremendo, pero el calor humano, que necesitábamos las dos, lo difuminaba. Mi felicidad era la suya. Oíamos en la noche iluminada por una luz preciosa que nos regalaba la luna el silencio, algo que nos inquietó, al no estar acostumbradas. Pero la sonrisa de las dos, reflejaba la felicidad de estar juntas. Que importante era el tiempo incluso a los diez años.
MUY BUENO