361. LA PRESA, de Puma
Apenas la vio esa tarde en el bosque, sintió que el deseo fluía por su sangre como un veneno, espeso, doloroso, letal…, tan fuerte que creyó que derretiría sus huesos viejos.
La joven estaba bañándose en el río. El agua cristalina se deslizaba por su cuerpo desnudo.
Se acercó despacio, sigiloso, atento al rumbo del viento para que no lo delatase. Se desabrochó la camisa lentamente, saboreando de antemano aquel cuerpo libre, mojado. Se sacó el sable y las botas gastadas, las dejó con el resto de sus pertenencias cerca de una madriguera, invisible a sus ojos.
Caminó desnudo, con su hombría palpitante y su boca jugosa, preparada para recorrer ese cuerpo.
La tomó por sorpresa. No le dio tiempo ni a emitir un gemido. Fue presa fácil de su deseo. La dejó inerte en la orilla. Una expresión de complacencia acusaba su rostro.
No alcanzó a darse cuenta de dónde provino el ataque. Fue sorpresivo, rápido, inesperado…
Los encontraron en el bosque. Ella cubierta de sangre, él, con el corazón arrancado de un zarpazo.