375. SIN HUELLA DEL BOSQUE, de Perenne
Desde la lejanía Nicolás observaba el débil bosque en llamas. La fortaleza y frescura que transmitían las arboledas se iban debilitando encarnizadamente por una hoguera cada vez más feroz y poderosa. Los tallos agonizaban sigilosamente cuando sus ramas se estremecían afásicas de dolor y sus hojas bramaban mudas en silencio. Las criaturas del lugar huían sin rumbo ni destino y los hombres más valientes desafiaban a las flamas, unidos por el caos y el desconcierto. Desde la distancia se percibía el olor del paisaje transformándose en llamas, las llamas en ascuas, y las ascuas en cenizas. Mientras, Nicolás se acariciaba el pulgar derecho con el índice de la misma mano apreciando la necrosada piel advirtiendo la ausencia de huellas dactilares que el fuego le había provocado. Una placentera sonrisa apareció en su cara dirigida por su retorcida mente. Él había sido el pirómano que había encendido la cerilla. No dejó huella del bosque.
Mmm… no se que pasó, pero la última frase «ve con tiempo a dialogar.» se coló.
Perenne.
Lo soluciono en un momento. Lo siento…