376. LA MADRE, de Taray
-¿Está muy lejos?
No han de caminar mucho más. Donde acaba la carretera asfaltada, un camino de tierra continúa a través de la aldea. En las tardes de enero sólo se escucha a los pájaros. Ruiseñores, gorriones, algún cormorán y las curiosas preguntas de la oropéndola, siempre en el aire. El camino se pierde entre los pequeños huertos aledaños al río, pero por la derecha un sendero se adentra en un bosque de ribera, luminoso y desnudo. Huele a hojarasca, a hongos, a líquenes. Olmos y álamos se tocan en la altura. Cerca del suelo amenazan las esparragueras y las zarzas, traicioneras.
-¡Ay…!
El hombre socorre a la niña, atrapada por las espinas, que se le han clavado como uñas en sus piernas. Observa un rato alrededor de donde se han detenido y dice:
-Es aquí. Mira…
Extrae del bolsillo de su abrigo una fotografía en la que figura una mujer con un abrigo rojo, apoyada la espalda en uno de los olmos que trazan diagonales en el bosque. En esa posición rampante, el embarazo de la mujer era aún más notorio.
-En este mismo lugar estuviste tú: todavía ibas dentro de tu madre.
No han de caminar mucho más. Donde acaba la carretera asfaltada, un camino de tierra continúa a través de la aldea. En las tardes de enero sólo se escucha a los pájaros. Ruiseñores, gorriones, algún cormorán y las curiosas preguntas de la oropéndola, siempre en el aire. El camino se pierde entre los pequeños huertos aledaños al río, pero por la derecha un sendero se adentra en un bosque de ribera, luminoso y desnudo. Huele a hojarasca, a hongos, a líquenes. Olmos y álamos se tocan en la altura. Cerca del suelo amenazan las esparragueras y las zarzas, traicioneras.
-¡Ay…!
El hombre socorre a la niña, atrapada por las espinas, que se le han clavado como uñas en sus piernas. Observa un rato alrededor de donde se han detenido y dice:
-Es aquí. Mira…
Extrae del bolsillo de su abrigo una fotografía en la que figura una mujer con un abrigo rojo, apoyada la espalda en uno de los olmos que trazan diagonales en el bosque. En esa posición rampante, el embarazo de la mujer era aún más notorio.
-En este mismo lugar estuviste tú: todavía ibas dentro de tu madre.