380. PAN DE INDIO, de Lenga
El niño fue el primero en descubrir la extraña pelota en los árboles de los que siempre había obtenido frutos muy distintos a los que ahora crecían en la rugosa corteza de estas bolas. El bosque de Tierra del Fuego también había enfermado, como su familia, pero los árboles se defendían del parásito desconocido, creando pan. Al principio el niño pensó que también los árboles se embarazaban, como su mamá. Mostró el fruto del embarazo al misionero, que estudió sorprendido el nuevo ser. No quedó conforme el niño con la explicación científica del único hombre blanco que permaneció en la isla cuando los colonos la abandonaron.
Hacía tiempo que el niño no veía mujeres embarazadas. Interpretó que la Tierra otorgaba a los árboles el milagro de dar vida.
Como el bosque, los yagán agonizaban, pero el niño se mantenía ajeno al fin de su mundo. Repartía los frutos entre los pocos indios que resistían contra todo tipo de parásitos. Los viejos árboles eran más fuertes, sobrevivirían a los moradores de la isla.
Todavía hoy dan a luz el pan de indio, porque en el bosque del fin del mundo se puede encontrar el comienzo de la vida.
Hacía tiempo que el niño no veía mujeres embarazadas. Interpretó que la Tierra otorgaba a los árboles el milagro de dar vida.
Como el bosque, los yagán agonizaban, pero el niño se mantenía ajeno al fin de su mundo. Repartía los frutos entre los pocos indios que resistían contra todo tipo de parásitos. Los viejos árboles eran más fuertes, sobrevivirían a los moradores de la isla.
Todavía hoy dan a luz el pan de indio, porque en el bosque del fin del mundo se puede encontrar el comienzo de la vida.