41. Fin de ciclo
– ¡Se agota, se agota! Y el pozo, encorvado, escupió la última gota.
El país entró en inacción, sin que nadie aventurase ninguna solución. Hasta que, abriéndose paso entre la multitud, apareció aquel mozalbete, con su envidiable juventud.
– ¡Escuchadme! Tengo una idea: utilizaremos el sol, que es de todos, como la lista de los Reyes Godos.
El bravo mocoso por los guardias fue acallado, como si algo malo hubiera perpetrado.
– El sol, dijo el presidente de todos, no es de todos. Eso es lo que creéis, pero no os confiéis.
El vivaracho jovenzuelo levantó su voz, como el campesino que levanta la hoz.
– ¡El sol es nuestro y usted es un siniestro! Gratis nos amanece cada día, así que ¡no diga más tonterías!
– ¡Callad! El sol es del gobierno, y si no pagáis, os traeré el más duro invierno.
– No queremos pagar por lo que ya tenemos derecho a disfrutar.
– Pagaréis, si con luz y calor vivir queréis.
– ¡No pagamos, y a por usted que nos vamos!
Y, simulando un accidente, al negro pozo arrojaron al malvado presidente, junto a su extraño deportivo a cuerda, del que ya nadie se acuerda.