39. Bola de nieve
Mis padres me pusieron Tom por el Tom Sawyer de Mark Twain. Mi abuela dice que las mentiras tienen las patas muy cortas, como Danny DeVito. Mi abuelo afirma que son como una bola de nieve: crecen y crecen.
Negué haber hecho las pintadas en la fachada del colegio. Aseguré que ni siquiera había estado en la ciudad; me fui a esquiar con mi tía. Me pidieron algún ticket que lo demostrara, pero ella es muy generosa y pagó todo. Las manchas en mi sudadera parecían pintura, pero dije que era grasa de su coche; intenté ayudarla a arreglar un pinchazo.
—¿Podemos llamarla? —preguntaron.
—Eh… no, es sorda —respondí, improvisando.
—¿Le escribimos las preguntas?
—Bueno… el problema es que también es ciega.
Me miraron en silencio. Noté que algo fallaba: vi cejas fruncirse y escuché algún suspiro profundo. Tragué saliva.
—¿Cómo conduce?
Tardé varios segundos en responder.
—No conducía. Fuimos… en autobús.
El despacho quedó en silencio. El director se inclinó sobre la mesa y me miró fijamente antes de soltar la frase que me hundió del todo:
—“Si dices la verdad, no tendrás que acordarte de nada”. ¿Te suena? Es de un tal Mark Twain.
No conocía esa frase de Mark Twain, pero es muy apropiada para el tema propuesto. En torno a ella has creado un relato que muestra, palabra por palabra, la veracidad e imperecedero del mensaje que transmite, lo agotador que supone inventar una realidad ficticia y a medida, que a pesar de la energía empleada siempre resulta dudosa, cuando no, también, rebatible. Cuanto más crece la bola, más humillante resulta para quien la fabrica.
Un saludo y suerte, Sergio