39. Emociones incontrolables (Aurora Rapún)
Aran era su mejor amiga. Solo se veían en verano en el pueblo de los abuelos, pero una vez que se encontraban no se separaban ni a sol ni a sombra. Por las mañanas, el primero que se levantaba iba a casa del otro para desayunar. Se pasaban el día recorriendo el pueblo y los alrededores. Iban al río a tirar piedras, a bañarse, a descubrir escondites y a cazar zapateros. Siempre se estaban riendo. Daba gusto verlos.
Un día, Aran llamó a la puerta de su casa triste y compungida. Su padre le acababa de informar de que había sido ascendido en su trabajo y de que tendrían que trasladarse a vivir a Australia.
Esa noche, y todas las siguientes Mario se hizo pis en la cama. Su abuela tendía las sábanas recién lavadas en el jardín e intentaba calmar su pena hablándole de futuros encuentros y utópicos viajes que lo llevarían al país en el que iba a vivir su amiga.
Hoy por fin, después de veinte años, Mario va a viajar a Australia. Se ha despertado emocionado y sorprendido al descubrir que, bajo su cuerpo, unas sábanas húmedas y calientes, evidenciaban la emoción del próximo reencuentro.
El cuerpo, ese soporte orgánico que envuelve los espíritus, refleja nuestras emociones, a veces en forma de gestos, otras con enfermedades, pasando por diversos fluidos, el sudor y otros. El cuerpo de tu protagonista no hace sino manifestar primero la tristeza por una separación dolorosa, segundo, la excitación del reencuentro. Las sábanas, esas que acompañan al subconsciente que no sabe controlarse mientras el cuerpo reposa, son el lienzo donde se evidencian, en distintas épocas, diferentes sentimientos, del todo incontrolables.
Un título muy apropiado para un viaje en el tiempo y en las emociones.
Me alegra leerte también por aquí, Aurora
Un abrazo
Muchas gracias por tu elaborado comentario, Ángel. Igualmente, me alegra que hagas tus certeras aportaciones por estos parajes literarios. Un fuerte abrazo.
Hay amistades que perduran a pesar del tiempo, mucho más de lo imaginable. Gracias por mencionar a los zapateros, con ellos he revivido las tardes de verano en mi pueblo, volviendo a mi infancia.
Un saludo.
Muchas gracias por tus palabras, Rebeca. La foto en blanco y negro me ha traído muchos recuerdos. Me alegro de que te haya transmitido esa nostalgia de los veranos infantiles en el pueblo. Un abrazo.
La amistad que puede surgir en la infancia, puede ser mucho más fuerte incluso que el cariño de un familiar. Lo has contado muy bien, Aurora. Suerte.
Besicos muchos.
Muchas gracias por tu comentario, Nani. Un abrazo veraniego.
Aurora, el cuerpo reacciona ante situaciones dolorosas o traumáticas y resulta incontrolable. Aunque han pasado veinte años, con el reencuentro todo vuelve a la normalidad.
Buen relato, muy emotivo.
Besos y mucha suerte.