41. EL ÁRBOL, de Trébol
Viernes. Otro día sin más. Mismo trabajo, mismas caras, misma vida… Convencida que lo que se quiere a los 20 no es lo mismo que a los 40. Vienen a mi mente recuerdos de mi niñez, cuando vivía con mis padres en aquel bonito pueblo de montaña. A las afueras había un frondoso bosque. Mi sitio preferido era una explanada de escasa vegetación donde había un árbol peculiar. En su grueso tronco, yo hacía muescas para señalar el día en que me ocurría algo especial, al lado escribía la fecha.
Decido que mañana volveré a ese lugar. En el viaje, voy pensando si mi árbol tan especial continuará allí. Cuando llego, camino hacia el bosque con cierto nerviosismo. Me sitúo frente al árbol, veo que mi calendario de días especiales sigue allí. Me quedo observándolo durante un momento, suavemente va apareciendo una muesca debajo de la última que yo hice, con la fecha de hoy. Una breve brisa sopla, las hojas del árbol se mecen y escucho: “Los días sólo son especiales porque nosotros hacemos que lo sean a través de pequeñas cosas. Hoy para mí es un día especial, tú regresaste a visitarme”.