41. Telémaco (Lorenzo Rubio)
La película favorita de mi padre era Titanic. Quizá por eso su escritor preferido fue Ernest Hemingway. Lo que sé con certeza es que yo era todavía muy pequeño para entender por qué dejó de vivir en casa. Recuerdo que mamá me dijo que, durante una temporada, papá estaría alojado en el camarote 115 de un gigantesco buque, solo reservado para valientes capaces de soportar una dura odisea, y que ella iría a acompañarlo cada noche. Mi hermana se hizo cargo de mí e incluso me permitía dormir en su cama.
Tras una semana sin él, mamá me comunicó que había llegado el momento de ver a papá. Ilusionado por conocer el buque de mi padre, me puse la camisa de marinero de mi comunión y la gorra de capitán de barco que perteneció al abuelo. Subí al coche imaginándomelo en una imponente embarcación que surcaba los mares, pero ese día el único mar que presencié fue el que brotó de los ojos de ella cuando atracamos en el puerto de los enfermos.
Ahora, mientras gota a gota me desgarra el tratamiento, pienso en cómo explicarle a mi hijo que descendemos de una estirpe de marineros con el hígado congelado.
Hola, Loren.
Guau, otro micro que me pone los pelos de punta y me «escalofría» la espalda.
Entiendo una desaparición por enfermedad y una madre que intenta hacer la vida más bella a un niño… Y una estirpe marcada por una misma dolencia.
Eso he entendido y me parece una historia preciosa y dura, como lo es la vida la mayor parte del tiempo.
Ahora, no me digas que no lo he pillado porque tengo que freir croquetas para cenar y lo mismo me explotan en la cara…
Un abrazo muy grande, Loren, y muchísima suerte.
Espero que cenaras bien porque lo interpretaste de lujo. Gracias, Towanda.
Lorenzo, precioso tu relato. Me ha gustado mucho. De esos que te dejan una sensación triste por la historia que cuentas tan emotiva.
Esa madre que «inventa» una historia para que su hijo pequeño no se preocupe por su padre y ese protagonista (el niño ya crecido) que no sabe cómo contarle a su propio hijo la herencia familiar que le queda.
Suerte y abrazo
Gracias, Blanca, los pequeños que nunca se merecen quedarse sin su papá.
Que bien nos llevas navegando por el relato, primero nos haces creer en un marino, aunque juegas un poco al despiste, «a papá le gustaba la película del Titanic», luego no era realmente marinero.
Pero el final nos desvela todo, un final amargo y triste, tanto como tuvo que ser la noche del hundimiento del verdadero Titanic.
Muy bonito y emotivo.
Un abrazo.
Me gusta mucho tu comentario con esa comparación que has hecho con el Titanic, gracias.
¡Qué pena!
Tan feliz como iba el pequeño y la habitación 115 del hospital fue un impacto para él. Pienso que podía haberlo preparado la madre.
Esa enfermedad hereditaria…
Suerte Lorenzo. Saludos.
Sí, tienes razón, supongo que por eso llora, no supo o no fue tan valiente como papá para contarle la verdad. Un abrazo y gracias por tu comentario, Virtudes.
Fantástico relato, Lorenzo, muy emotivo, una estirpe de hombres. marcada por un mal hereditario e inevitable. Los que estamos sanos deberíamos valorar lo que tenemos frente a lo duro que es atracar en el puerto de los enfermos.
Suerte y un abrazo
Sí, Ángel, a veces solo valoramos lo precioso que estar sanos cuando bos llegan las horas bajas. Valoro mucho tu comentario porque es de los que te hacen pensar. Gracias.
Precioso y desgarrador,
perdón por esa coma, Lorenzo. Iba seguir, diciendo que ese Telémaco y esa Penélope son dignos de Ulises.
Gracias, M Carmen, quería hacer un relato que fuera bonito y desgarrador, como esos tratamientos intravenosos. Un abrazo 😉
Me gusta mucho el final, con ese toque tan poético que le has dado. Pero me despista un poco el principio, por la mención a Hemingway. ¿Guiño al relato de Javier? ¿Cirrosis? Sea lo que sea, añade una intriga misteriosa que redondea un relato magistral, como todos los tuyos, rey Midas.
Besicos.
Jaja doña inspiración, gracias por tus palabras rey midas jajaja qué bueno. Mira cuando lo escribí y lo publiqué no sabía que Javier había publicado ese relato y me hizo gracia después leer el suyo. Va por ahí, es decir, porque quise hacer como una analogía entre la enfermedad que va por dentro, ese hielo que no se ve pero se muestra y que te va derritiendo la vida, se deja ver, como apunta la teoría del iceberg; intentar hacer al mismo tiempo un relato iceberg, sugerir más que contar. De este tipo de enfermedades solo vemos el pico del iceberg, pero la odisea que un enfermo sufre solo lo saben él y sus familiares. Un abrazo, Patricia, no sé si te habré aclarado la duda del inicio.
Vaya relato tan original y triste.
Lorenzo, me gusta cómo has jugado con el Titanic y ese camarote 115, cómo una madre puede inventar una historia tan bella para no hacer sufrir a su hijo…
Me gusta tu relato.
Un abrazo
Gracias de corazón, Ángel, si te ha gustado qué más puedo pedir.
Un sincero aplauso, Lorenzo, por esta historia que deja congelado no el hígado sino el corazón.
Lo único que podría achacarle es que existan dos referencias tan fuertes en un texto tan breve: Telémaco y Hemingway; por un momento se emborronan y entremezclan las imágenes dispares de «El viejo y el mar» con la «Odisea». Aunque ambas sirven de complemento para la historia así que quitar alguna de ellas le habría restado guiños y trasfondo.
Enhorabuena y mucha suerte 🙂
Me quedo con tu sabio consejo, Ignacio. Es cierto todos los manuales del micro recogen que haya pocos espacios, pocos personajes, etc
La verdad es que esta vez quería romper un poco con esto y hacer un micro con apariencia de macro. Como le he dicho antes a Patricia, quería esconder bajo el agua el mayor número de datos posibles y hacer así un homenaje a Ernest con su teoría del iceberg. Y no podían faltar las referencias a un mito que me atrapa desde mi época de estudiante de BUP, y que conforme vas creciendo le encuentras nuevas lecturas, no solo la visión de Ulises. Me llama mucho la atención la persona de Telémaco, su visión en el mito.
Muchas gracias, siempre comentas con inteligencia como cuando escribes.
Buffff, no sé cómo entrarle… Todavía tengo el estómago contraído. Trabajada y original manera de atacar el tema del mes. El Titanic fue la escusa. Todo el relato es un iceberg que se va clavando poco a poco.
Has acertado, Edita, el Titanic es una excusa, una alegoría de lo que encierra el micro. Muchas gracias por pasarte por aquí.
Bella historia Lorenzo. De esas que te pellizcan un poco por dentro al terminar de leerla.
Buen texto. A ver si hay suerte.
Saludos.
Gracias, Alfonso, por tu comentario.
Mucha suerte hay que tener con tanto genio del microrrelato que pulula por aquí.
Jajaja sigo diciendo que me encanta leerte hasta en los comentarios. Juan, ya tardas en poner por aquí el enlace a ese texto con referencias a Hemingway, las esperamos ansiosos como buenos entecianos. Qué gracia me ha hecho que empieces sacando del olvido a héroes épicos como Álvez Fáñez, que a veces tengo que rescatar en las clases. Y en cuanto al relato de octubre, solo hice caso a algunas sugerencias de que ampliase el relato y por eso JAMS me hizo el favor de quitarlo para poder usarlo en otros menesteres y con otro semblante que bebe de muchos de los consejos que recibí en esta web. Por eso me gusta este espacio porque escribes y vas leyendo y con los consejos vas mejorando.
Un mega abrazo de brujo, Juan.
Telémaco creció sin su padre, imagino que soñaba con emular sus viajes y parecerse a su héroe. La madre de tu protagonista ha creado un mundo para que su hijo llenara el vacío de su ausencia. El final, desgarrador, pero también nos dices que da igual iceberg o enfermedad, la tragedia está presente en nuestras vidas, y que no hace falta viajes, espadas o conquistas para luchar ante la adversidad y ser un héroe. Buenísimo, Lorenzo. Abrazos.
Jo, gracias, Salvador. Me has abierto los ojos a otro pedacito de hielo que está sumergido en el mar de este relato. Buscaba algo así que el iceberb fuera más grande de lo que yo escribí.
Un abrazo enorme, pedazo de escritor.
Lorenzo, una historia triste que te pone la piel de gallina muy bien contada, Un abrazo, Sotirios.
Gracias, Sotirios, por tu lectura y comentario.
Lorenzo, te superas día a día. Magnífico relato, tanto por la historia como por la forma en que lo cuentas. Enhorabuena. Un abrazo
Gracias, Conchi, si eso fuera así es gracias a vuestros relatos de los que aprendo siempre. Un abrazo, maja.
Afortunadamente, los hígados congelados suelen funcionar muy bien.Buen relato. Saludos.
Hola, María, encantadísimo de haber leído tu pedacito de hielo en este iceberg que me estáis ayudando a crear. He visto una nueva y casi mejor interpretación del relato en tu comentario. Un besazo, si lo aceptas, por ello como agradecimiento.
Lorenzo, ese final no deja indiferente, ni el relato tampoco. Suerte y saludos
Gracias, Calamanda, una vez más por tu visita y comentario.
Uno se acerca a tus relatos y , bueno, el bagaje cultural siempre salta a la vista.
En este caso, por duplicado.
Y algo que me agrada sobremanera, y desde mi punto de vista te engrandece como persona y escritor es que huyes de la pedantería como de la peste.
En tus relatos dejas posos de cultura lanzados desde la humildad.
Y eso dice mucho de tí, Lorenzo.
Ves? A veces se sabe del inmenso interior con solo ver la superficie.
Como tu iceberg.
Un abrazo sincero de tu muy mejor amigo.
Mira que el comentario es positivo pero lo que más ilusión me ha hecho es el final. Muchas gracias por tus palabras, muy mejor amigo… Porque ya estás con Towanda que si no… 😉
Lorenzo, una buena historia pero no me acaba de convencer, seguro que por esa parte que debe poner el lector y no he sabido. ¿Qué tiene que ver la película Titanic con Hemingway? Luego se habla de cuando era pequeño y como la película es de hace «pocos» años creo que el narrador es un niño. Lo que sí es para niños es todo el posible «engaño» que le cuentas para no decirle la verdad. El final me lleva a un adulto y aquí se me cae el andamio que había montado. No sé, un adulto no dice «el puerto de los enfermos», creo, ni un niño. No sé, Lorenzo. Veré que dicen los comentarios. Está claro, es problema mío. Suerte.
Hola, Javier, respecto a tu pregunta la respuesta es ‘icerbeg’. En cuanto a la película, Titanic es de 1997, hace 17 años ya, por lo que esas personas ya no son niños (tampoco ancianos), te lo digo por experiencia propia, pero en el relato no se dice el tiempo externo de la trama; podría pensarse que la historia se sitúa en un futuro cercano. El relato tiene una base real, y hay una historia verdadera ligada a esa película de la que algo sale a flote en el relato. En cuanto a lo del puerto, te doy la razón, pero lo preferí a un frío hospital, quizá por darle un toque más poético a lo dramático. Una de las cosas que tengo que mejorar es en dar a cada uno el tipo de lenguaje que le pertenece.
Ah y para nada es problema tuyo, es del autor seguro, tendré que tener en cuenta todos los consejos para que os gusten los textos.
Un abrazo y gracias por tus palabras, Javier.
Iceberg, quería decir jaja vaya gazapo.
Madre mía, Loren. Te has vuelto a salir. Partes de una realidad edulcorada para explicar a un niño un suceso dramático, y terminas con una frase con la misma motivación que me ha encantado: «descendemos de una estirpe de marineros con el hígado congelado». Estoy muy sensibilizada con el tema, ya lo sabes, así que sobra cualquier otra cosa que te pueda decir.
A mí tu Telémaco me ha dejado como Numayos; colgada…de tus letras (por cierto la dedicatoria me la vas a tener que hacer tú porque esto huele a podio sí o sí, ya me dirás).
Besicos mil.
Gracias, Izaskun, por tus ánimos. Me gusta cómo has leído el texto, viendo al hijo, ahora padre, con el mismo problema que su padre: cómo contárselo a un niño inocente. Mira gane o no, ya te dedico el relato: a mi escritora de oro.
Pues no sé qué decir a un relato tan bien contado. Me he quedado sin palabras. Me encanta cómo de un golpe nos llevas desde su infancia como hijo hasta la paternidad como adulto. Y lo que hay en el proceso maravilloso. Muy bonito.
Gracias, Isabel, por tus palabras. Qué bonitas.
Un relato que cala muy hondo; como el iceberg con el que has jugado al escribirlo al estilo Hemingway. Felicidades, Lorenzo, y mucha suerte.
Gracias, Juana, tiene su sentido tu comentario de que cala hondo cuando hablamos del frío huelo.
Me has dejado el páncreas congelado. Vaya atajo has cogido para el mes, triste y duro. Uff. Lorenzo, tú eres diferente, Besos grandísimos.
Qué bien, Eva me ha mandado besos grandísimos, ala chincha revilla me quiere a mí Gracias, ya estoy feliz… eres especial.
Que buena idea, que bien llevada y que diferente tu apuesta de este mes. La madre lucha hasta el final por que su hijo vea a su padre como un aventurero, esa visión de héroe que tienen todos los niños con sus padres.
Es un relato duro y tierno a la vez. Las enfermedades desde luego son para aquel que la padece y para los que no le dejan ni un minuto a solas. Me ha gustado mucho leerte.
Un abrazo Lorenzo.
Y a mí también Mª Belén me ha gustado mucho leer tu comentario (y tus relatos siempre, por supuesto). Gracias por tu acertada interpretación que has dejado por aquí sellada. Un beso.
Está dicho casi todo, Lorenzo. Me parece un cuento soberbio. Por decir algo distinto, me gusta ese salto en el tiempo. Hablas de hechos consumados recurriendo a una buena gramática, y el último párrafo nos lo entregas con un presente terrible que le otorga una fuerza añadida. Técnica o cualidades innatas… Seguro que las dos cosas. Me encanta.
Un abrazo
Hola, Luis, uno de los comentarios más bonitos que me han dejado por aquí, muchas gracias y más viniendo de un maestro de las letras.
No había tenido el gusto de leer tu relato, al entrar en la página y ver tu nombre tantas veces seguidas en el apartado en el que se comentan los micros, no he podido resistirme a entrar directamente en el 41, que, por otra parte, no es el número de ningún camarote. ¡Qué acierto haber dejadas aparcadas las cosas de todos los días para leerte!
¡Qué bien se te dan las letras!
Salud y fortuna.
Oh, gracias, Mercedes, salud y fortuna para ti como la que he tenido con que me leas.
Es muy bonita tu historia, muy triste. Me gusta esa imagen de mujer valiente que intenta hacer a su hijo la vida más fácil.
Un abrazo.
Gracias, Inés, qué difícil y dura, si se le puede llamar vida, es la vida cuando la salud se tuerce. Un abrazo.
Un relato muy bello y bien resuelto, a pesar de lo difícil que me parece el tema.
Felicidades, Lorenzo.
Gracias, María.
Una genética jodida amigo Lorenzo, y un iceberg dentro del cuerpo. Difícil salvarse, esperemos que la medicina avance.
Suerte y abrazos
Sí, Manuel, qué jodida es la genética. Eso esperamos todos que la medicina avance y solo se hereden cosas buenas y sin impuestos. Gracias, Manuel, por pasarte por aquí.
Menuda vuelta le has dado al tema de este mes, Lorenzo, has sabido tocar varios puntos sensibles: la enfermedad, la necesidad de proteger a ese niño de una realidad demasiado dura, la repetición de la historia años después,… y todo con una sutileza y una sensibilidad exquisitas. Mucho en muy poco.
Abrazos y suerte.
Hola, Anna, gracias por tu comentario, in buen resumen del mismo. Veo que esta vez sí se ha entendido el relato, no como en anteriores ocasiones. Ahora me voy a leer tu relato de arena a qué sorpresa nos traes este mes.