41. Volar a contracorriente
Entras en el quirófano segura de ti misma. Siempre has sabido lo que querías, sin importarte lo que pensasen los demás, y aunque dices que no vas a experimentar ningún dolor, te anestesian por protocolo. El cirujano te practica una incisión en el bajo vientre, donde está tu reloj biológico. Te reirías si lo pudieses ver. Cable rojo. Cable azul. Es igual que en las películas, salvo que él no duda al desactivarlo. Luego hurga en tu interior para encontrar el saquito de arroz. Comprueba que ya ha comenzado a hervir y corta el pedúnculo que lo une al útero. El resto de la operación se dedica a realizar un legrado a tu instinto maternal hasta que lo deja estéril.
Cuando te dan el alta abandonas Maternidad con la angustia de haber estado rodeada de cuerpos grotescos, deformes, monstruosos. Instintivamente te llevas las manos a tu vientre plano, duro, sin estrías, y sales del hospital respirando aliviada, como si despertases de un mal sueño. Allí, en la misma puerta, empieza a golpearte con furia el aire hostil de la sociedad, hinchado de reproches, pero tú solo sientes que te has librado de una pesada cadena. Que ahora ya puedes volar.
Una dura decisión, un proceso doloroso y una mezcla sutil de alivio y remordimiento; a ratos predomina más uno u otro, pero ambos siguen y seguirán presentes en la mente de esta mujer. Lo has descrito tan bien que nos ponemos en su lugar.
Un abrazo y suerte, Rafa
Parece escrito con la precisión de un bisturí y la delicadeza de un sanador. Firmeza y dolor anestesiado. Hermosura.
Dejas a uno clavado a esa mesa de operaciones. Todo un canto a la libertad individual sin complejos.
Ángel: muchas gracias por el comentario. Es muy agradable comprobar que nuestros personajes logren la empatía del lector.
Otro abrazo para ti.
Edita: el bisturí lo maneja mejor el cirujano, y en cuanto a sanar, ojalá cada cual pudiera decidir sin presiones lo que desea hacer, sin dañar a nadie.
Muchas gracias por el comentario y por esa hermosura.
Un abrazo.
Antonio: gracias por el comentario y la visita. Así debería ser la libertad, sin complejos y con el único límite del respeto a los demás.
Un abrazo.
Decisión tan difícil, tan triste y tan llena de inseguridades que esa mujer, aunque no se arrepienta nunca, lo recordará toda su vida.
No sabemos si esa mujer llegará a arrepentirse o no. Nunca podemos decir de qué nos vamos a arrepentir en un futuro. Por lo que a ella respecta, ha tomado una decisión difícil, aunque quizá no lo sea tanto, por lo que se intuye. ¿Qué será de esa mujer más adelante? Supongo que cada lector tendrá su propio criterio.
Muchas gracias por la visita y el comentario, Isabel Cristina.
Un abrazo.