414. EL OTRO, de Ardilla Roja
Después de atravesar el bosque solitario, acompañado solamente por el lamento de algún pájaro nocturno, al entrar en la habitación, la oscuridad lo paralizó. A pesar de ello, avanzó unos pasos. De pronto, divisó una figura frente a él, percibiendo una mirada amenazante.
Pensó que le habían tendido una trampa y casi al borde del pánico, intentó retroceder.
Trataba de contener la respiración pero en su pecho bullía un tropel de sensaciones que no le permitía vislumbrar una estrategia para huir sin ser perseguido.
No alcanzaba a divisar si el otro estaba armado.
Por su mente cruzaban imágenes de pordioseros que a diario se acercaban por un plato de comida, pero rechazó la idea.
El cura había ingresado a la iglesia como todas las noches y nunca imaginó que alguien los estaría aguardando.
Al cabo de unos minutos, envuelto en un silencio aterrador, llega el sacristán, abre la ventana y un sol de plata penetra a pleno en la habitación.
En ese instante, aparece nuevamente la figura del cura en el espejo…