42. Sequía (Aurora Rapún)
La adolescente contempla, a través de la ventanilla, la asfixiante montaña blanca que se alza impertérrita sobre la carretera helada cuando al fin logra huir del frío, de los sabañones, de la humedad y del aburrimiento. De su tierra, de su hogar. Unas cuantas curvas de la vida después, la mujer que hace tiempo alcanzó la playa, el calor y el sol observa el armario en el que se apolilla un chubasquero inútil. La nostalgia se enreda en sus tobillos y trepa hasta sus tripas, impulsándola a conducir, acongojada, hasta que se topa con la lluvia y entonces, baja del coche y la recibe con sed, dejándose empapar por una profunda y feliz añoranza.
A pesar de la gran capacidad que tenemos para adaptarnos a cualquier medio y circunstancia, no es menos cierto que nunca acabamos de estar conformes del todo con nada, de ahí ese deseo de cambiar de aires de tu protagonista, y la posterior añoranza por los aires anteriores.
Un relato que refleja muy bien la.naturaleza humana, con el concurso de la meteorología.
Un abrazo y suerte, Aurora
Muchas gracias por tu comentario, Ángel. Lo cierto es que hay mucha diferencia entre la misma persona en la adolescencia y la edad madura. Y también lo es que la nostalgia ataca cuando menos te lo esperas. Puede ser en la lluvia… Un abrazo fuerte.
Con los años, las cosas se nos muestra bien distintas y llegamos a añorar todo aquello que, tiempo atrás, nos agobió. Sobre todo, el paisaje. Y la lluvia…
Muchas suerte con este tránsito melancólico. Un abrazo, Aurora 🤗
Exacto, María José. Distintos momentos, distintos anhelos. Y esa feliz tristeza de una buena llorera echando de menos lo que ya no se tiene. Un abrazo fuerte.
Hola, Aurora. Es curiosa la forma que puede tomar la añoranza, incluso por cosas tan disímiles como el frío y el calor… Aquí, en particular, comienza con esa sequía que la protagonista experimenta y luego, por suerte, logra revertir volviendo a esa lluvia que, paradójicamente, antes la molestaba tanto…
Un micro con saudade climática que da para pensar.
Cariños,
Mariángeles
La lluvia y el sol no significan lo mismo para la misma persona si se lo preguntas en distintos momentos de su vida. Un poco de saudade para disfrutar de la tristeza de lo que quedó atrás tampoco va mal de vez en cuando…Un abrazo fuerte, Mariángeles.
Ay, Aurora, es cierto que la vida tiene muchas curvas, y que nuestra patria verdadera es la infancia. Y que siempre queremos lo que no tenemos, eso también. Me ha gustado mucho.
Un abrazo y suerte.
Pues me alegra mucho que te haya gustado y que nos hayamos encontrado en esta curva de la vida, Rosalía. Un abrazo muy fuerte.
Un relato que nos muestra que las raíces perduran, aunque en algún momento dejáramos de valorar nuestra tierra y nuestro hogar. La utilización de la naturaleza como metáfora vital (el frío, la sequía, la lluvia) potencia los significados del relato. Enhorabuena, Aurora.
Un abrazo y suerte.
Esa tierra que nos rodea que, en determinados momentos, puede resultarnos adversa y en otros, acogernos para recordarnos lo que somos y de dónde somos. Curiosa la vida y sus vaivenes…Muchas gracias por tu comentario, Josep Maria. Un abrazo fuerte.
Un hermoso relato lleno de poesía, de metáforas, y con una segunda lectura que le da dimensión de alegoría. La experiencia hace que a menudo demos su verdadero valor a cosas que en otro tiempo despreciamos, como en el caso de esa adolescente, cuya subjetividad le hacía ver asfixiante lo que era hermoso o impertérrito lo que a todas luces era majestuoso. Ojalá tuviéramos siempre esa posibilidad de tu personaje de recuperar lo perdido. Mucha suerte con esta gran propuesta, Aurora. Un fuerte abrazo.
Querido Enrique, cierto es que en la adolescencia la perspectiva de lo que nos rodea está ligeramente borrosa, pero el tiempo recoloca las sensaciones y los sentimientos. Aunque no siempre se puede recuperar lo perdido, sí que puede recordarse con cariño y con nostalgia. Un abrazo muy fuerte.